La rebelión de las regiones

Estamos comenzando un nuevo año y por el proceder de la dirigencia nacional de los partidos de oposición, pareciera que no se ha aprendido bien de los errores.

El temor de perder la potestad de dominar un partido sin ningún valor legítimo, otorgado por la bases y el necio afán de preservar autoridad, aún sin tener a quien dirigirla, ha llevado a casi todos los dirigentes nacionales, en medio de la ceguera producida por la ambición de poder y el amor al dinero, a cometer errores triviales como las negociaciones en México, las peleas de unos por mantener y otros por acabar con el interinato, las conversaciones de Ecarri y Bernabé con Maduro, unas primarias sin fechas y un tremendo riesgo de no realizarlas.

Dialogar con el gobierno, es pensar desorbitadamente, que de alguna manera, Maduro puede ser parte de la solución de los problemas que hoy padecemos los venezolanos, sin embargo, la realidad invisibilizada por esa dirigencia política, es que MADURO ES EL PROBLEMA. A no ser que lo que se negocie, sean prebendas personales mezquinas, a expensas del sufrimiento del pueblo, como lo percibe la mayoría de la gente.

La diferencia entre un dirigente político y un líder político, radica en que el primero busca la subsistencia de un partido y una ideología, mientras que el otro lucha por un país y por sus ciudadanos. El dirigente cercena la conciencia ciudadana, exigiendo obediencia, mientras que el otro la provoca y es seguido espontáneamente. Uno conduce a la dominación y el otro es una fuerza liberadora.

La política de «lineas partidistas», que practican hoy, casi todas las organizaciones en Venezuela, pone en evidencia la desconexion de la dirigencia nacional, con el pensamiento colectivo, donde es mejor imponer que seducir, debido la carencia de liderazgos verdaderos. Bien lo dijo el poeta guayaquileño y prócer Ecuatoriano José Joaquín Olmedo: “Los hombres hábiles ambicionan convencer, los hombres mediocres o sin talento no aspiran sino mandar.”

Es necesario salvar los partidos para fortalecer la democracia, pero para ello, hay que impulsar una rebelión en las regiones que pongan freno a las tutelas de Caracas y marquen el fin del centralismo partidista.

Un partido no puede fomentar la democracia, y la libertad siendo dirigido por un caudillo que censura o castiga la palabra y la libertad de pensamiento.

No hay una manera más hermosa de disfrutar la libertad que expresar lo que se piensa sin temor a ser castigado.
Estamos atravesando una crisis de liderazgos y de partidos. En medio de esta coyuntura trágica, la gente no creen en nadie, porque no hay una relación simbólica. Mientras unos gozan y dividen, el ciudadano común sufre y se decepciona.

Mejor que tener un caudillo en Caracas, es tener 50 líderes en esparcidos en todo el país, permitiendo el nacimiento de una nueva clase política, tan necesaria como la caída del régimen. Una impulsará la otra.

La rebelión de las regiones, no es más que una propuesta de liberación de las bases de los partidos, para que todos tengan la oportunidad de fortalecer sus liderazgos en los estados y municipios, además de darles la libertad de apoyar al candidato de su preferencia en las próximas elecciones primarias, más allá de las imposiciones e intentos divisionistas de los dirigentes nacionales de los partidos.

Señores, permitan que esos líderes regionales, hoy asuman la conducción en sus estados, sin tutelas. Eso sería un gran aporte para la reconciliación nacional.

En la conducción política jamás hay que obligar a nadie, hay que persuadir a todo el que se pueda. Recordemos aquella maxina de la filosofía platoniana:»“La civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza».

Froilán Sánchez

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