Carga ajena no pesa



‎     En nuestro paseo terrenal podemos tener tiempos de holgura, en los que generalmente la abundancia llega tomada de la mano con la adulancia y en donde las cargas son ligeras, y si alguna pesa, hasta la cargan por ti; pero en ese transitar también pueden llegar momentos de aprietos, en donde la indeseable carestía llega con la soledad a cuestas; allí todos se van y las cargas se tornan más pesadas.
     ‎En nuestras Reflexiones en Familia de hoy, nos deleitaremos con una poderosa porción de la Santa Escritura inspirada por Dios, que el apóstol Pablo escribió en el capítulo 6 del libro de Gálatas, versículo 2, y que, en la Nueva Versión Internacional, dice: “Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas y así cumplirán la ley de Cristo”.
     ‎Amados, decir cargas hace referencia a inconvenientes o problemas que aparecen en nuestra vida, que a menudo son tan pesados, que no se pueden soportar solos, y si mutuamente los sobrellevamos, pues estaríamos también cumpliendo con la ley de Cristo, que es la del mandamiento del amor y que se demuestra a través del apoyo hacia los demás; eso sí, sin obviar la responsabilidad de cada quien por sus acciones.

‎¡Jesús asumió todas nuestras cargas, el gran peso de nuestros pecados!

‎     Querido hermano, cuando decidimos seguir los pasos de Jesús, debemos reflejar su amor ayudando a sobrellevar las cargas de otros; debemos exhibir el carácter de Jesús ante un mundo angustiado, ya que, si Dios coloca a alguien en tu vida que tiene alguna necesidad, ya de antemano Él está al tanto de lo que le hace falta y pone cada cosa en su lugar para satisfacer esas necesidades. Recuerda que Dios no hace nada por accidente, y si una necesidad merodea tu alrededor, clama al Padre y dile ¡Señor, usted me puso aquí por una razón, ayúdame a cumplir con la exhortación del apóstol Pablo!

‎     Querido amigo, ayudar con el peso ajeno no es exclusivo de una ONG o de una congregación religiosa; eso se aplica para todos y deberíamos ser empáticos y preocuparnos por el bienestar de quienes sufren y necesitan ayuda. ¡Cristo también quiere que tú reflejes su amor y su bondad!
‎     ‎¿Cómo podemos ayudar? En primer lugar, debemos estar cargados de compasión que nos permita fijarnos en quienes portan cargas pesadas que no pueden sobrellevar solos y, en segundo lugar, eso requiere de humildad; tal como se nos enseña en 1 Pedro, capítulo 3, versículos 8 y 9, de la Nueva Versión Internacional, que dice: “En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición”.
‎      Hoy día muchas personas creen que humildad es equivalente a pobreza; pero al contrario de esa creencia errada, déjame decirte que humildad es sinónimo de calidad de persona y es una virtud que la confiere Dios. ¡Si queremos un ejemplo de humildad, Jesús es nuestro mejor ejemplo!
     ‎En estos tiempos tan escandalosos, no importa que tan grande o lujosa sea tu casa, cuantos títulos tengas, qué año sea tu automóvil, cuánto dinero ostentes, cuántos seguidores tengas en tus redes; lo que cuenta es ser humilde, y es lo de más valor del ser humano. La humildad no es compatible con la jactancia, la soberbia o la hipocresía; quien tiene humildad en su corazón va a estar disponible siempre para ayudar a cargarle la maleta al prójimo; pero quien lo tiene lleno de soberbia estará esperando que le carguen la de él. Dios se fija en cómo nos tratamos unos a otros; por ello, no debemos dudar en actuar cuando tengamos la oportunidad de ayudar a los demás a sobrellevar sus cargas.
‎     ‎Finalmente mis amados, compasión es poder fijarte que alguien va caminando con los zapatos rotos y darle los tuyos; humildad es ponerte los zapatos rotos de ese alguien y caminar junto a él.

 «Dado que Dios los eligió para que sean su pueblo santo y amado por él, ustedes tienen que vestirse de tierna compasión, bondad, humildad, gentileza y paciencia. Sean comprensivos con las faltas de los demás y perdonen a todo el que los ofenda. Recuerden que el Señor los perdonó a ustedes, así que ustedes deben perdonar a otros. Sobre todo, vístanse de amor, lo cual nos une a todos en perfecta armonía”. Colosenses 3:12-14 (NTV).
‎     ‎Si esta reflexión ha tocado tu corazón, no te la quedes; porque alguien puede estar necesitado de ella.

‎¡Bendiciones para todos!

Entradas relacionadas