Luis Fuenmayor Toro /
Con mi primera esposa y mis hijos viajé a la península de Paria en los 80 del siglo pasado. Por el Sur, conocimos Güiria y fuimos hasta Macuro, gracias a la ayuda que nos prestó la Marina de Guerra venezolana o la Guardia Nacional, no recuerdo cuál de ellas, al permitirnos viajar en uno de sus buques, en un recorrido desde Güiria a Macuro y de regreso que se hacía diariamente. Ninguna de ellas era bolivariana de nombre, pero ambas atendían la seguridad de la patria de Bolívar. Nos ayudó a hacer el enlace, la profesora Zulay Moya, de la Facultad de Medicina, que visitaba a su familia y con quien aún mantengo relación amistosa.
Sucre fue por años nuestro destino vacacional en agosto. El centro de operaciones era Cumaná, muy económica y bien situada, y con el excelente hotel Cumanagoto, en playa de San Luis. Desde allí íbamos a Mochima, con sus hermosas Playa Blanca, las Maritas y Manare, entre otras. Nos llegábamos hasta Playa Colorada, Arapo, Arapito y, dentro del mar, la piscina. Fuimos a la península de Araya, San Antonio del Golfo, Cariaco, Carúpano y Río Caribe, así como a las pozas de la zona. Hacia el sur este, visitábamos Cumanacoa y Dos Ríos, y más hacia el este Caripe y la cueva del Guácharo.
En la oportunidad ya referida, también visitamos y conocimos el norte de Paria: Playa Medina, una de las mejores, más organizada y mejor atendida de Venezuela, así como sus coloridos pueblos. Llegamos por tierra hasta San Juan de las Galdonas y luego en un peñero (hoy lo pensaría mucho) navegamos hasta más allá de San Juan de Unare, Boca de Cumaná, donde una señora que vivía a la orilla del rio nos preparó un sancocho de pescado divino. Gente muy pobre, pero muy noble, amistosa, solidaria, trabajadora e ingenua. El narcotráfico comenzó a invadir toda esa zona en los ochenta, lo cual hemos denunciado desde ese momento.
Se trata de un área fronteriza, en la que el tráfico de drogas, al ser mucho más remunerativo, suplantó a las actividades que la gente realizaba: cultivo, pesca y turismo. La contratación de lanchas por los narcotraficantes, para llevar drogas hacia Trinidad y otras islas, hoy son algo cotidiano, conocido por la población, que participa en alguna forma de esas actividades. Los decomisos, detenciones y muertes, que se producen en las mismas, son siempre de la gente pobre de la zona, varones jóvenes, que son la carne de cañón de los capos del narcotráfico.
Así es el caso que hoy nos ocupa: unos jóvenes de la zona son contratados para llevar un alijo de drogas, en circunstancias de gran peligro. Algunos se preguntarán por qué, si era tan peligroso, aceptan estos 11 jóvenes (8 de San Juan de Unare y 3 de Güiria) hacerlo. Porque de eso los obligaron a vivir y porque el peligro forma parte de sus vidas. La supuesta droga transportada es parte de ese 5%, que según la ONU los carteles colombianos trafican a través de Venezuela, y que tiene como destino las islas del Caribe y Europa. No imaginaban estos jóvenes que eran parte de un plan perverso que los usaría como actores, en la presentación pública de un falso positivo, como logro exitoso de una muy costosa movilización militar.
De la misma forma en que se hacen las entregas controladas de drogas, para la captura de narcotraficantes mayores o para la creación de rivalidades entre bandas distintas, se gestó un falso positivo con la lancha salida desde San Juan de Unare, para presentar ante el mundo un espectáculo siniestro, delictivo incluso, de golpe mortal al narcotráfico de Maduro. Un falso positivo que demuestra el poder de EEUU y su ausencia de escrúpulos, con asesinatos reales, de jóvenes venezolanos pobres. ¿Qué serían capaces de hacer si invadieran? Nadie estaría seguro.
El gobierno inicialmente negó que el hecho, aunque Diosdado Cabello dijo en su programa que, si fuera real, ya aparecerían los deudos de los 11 navegantes asesinados y desaparecidos, lo cual terminó ocurriendo. Es claro entonces que el hecho sí ocurrió. Parte del problema es que el Estado venezolano no controla todo su territorio. Lo hemos denunciado muchas veces, cuando hemos hablado de la presencia de elementos de la guerrilla colombiana en nuestro país. Incluso, lo hemos dicho cada vez que se permiten las acciones impunes de grupos para policiales, los “famosos colectivos”, contra adversarios políticos.
El otro grave problema nacional es que haya gente nacida en Venezuela, dirigentes políticos incluso, algunos con pretensiones de poder, que celebren la masacre de compatriotas jóvenes, que están en la frontera entre pescador – agricultor y traficante – contrabandista, ejecutada por Trump y Marco Rubio, con el cuento de que estamos en guerra, sin realmente darse cuenta de la gravedad, incluso para ellos, de lo que dicen. Las provocaciones continúan y el gobierno debe cuidarse y cuidar a Venezuela de no dar pie a la aparición de ninguna excusa, que permita que nos agredan militarmente.