El fallecimiento de Mijaíl Gorbachov resalta la desaparición de uno de los estadistas más importantes del convulsionado siglo XX, cuyas políticas cambiaron el curso de la historia mundial que lucía inamovible en el contexto de la Guerra Fría, signada por la confrontación permanente entre la URSS, los EEUU y la Europa Occidental.
Desde su llegada al poder en 1985 al ser designado por la cúpula del Kremlin como secretario general del Partido Comunista, Gorbachov reconoció que la economía soviética estaba estancada y que la reorganización era necesaria, mediante sus propuestas de reforma, identificadas bajo los términos glásnost (liberalización, apertura, transparencia) y perestroika (reconstrucción), se abrió un proceso de transición a finales de la década de los 80 a inicios de los 90, de la ruinosa economía soviética a una incipiente economía de mercado.
Para nadie era un secreto que la URSS se encontraba en la ruina más abyecta, reflejada en el desabastecimiento, la mortalidad infantil, la baja productividad, productos de mala calidad, entre otras calamidades que signaron el hundimiento y posterior desaparición del sistema soviético, defendido solo por las viudas del estalinismo, quienes llevaron al sacrificio y al exterminio a millones de seres humanos en todo el planeta, a lo largo del siglo XX y en el actual siglo XXI, mediante la conformación de movimientos guerrilleros, montoneras y revoluciones caricaturescas, conducidas bajo las promesas del paraíso revolucionario mediante la estafa del Socialismo Real.
Por tanto, se puede afirmar que las políticas de cambio de Gorbachov permitieron ahorrarle tiempo y más desgracias tanto al pueblo soviético, como a la humanidad entera, al consagrar el fin anticipado e inevitable de un régimen perverso que edificó un sistema de control policial de la sociedad, y al mismo tiempo la instauración de una prisión de pueblos, los cuales constituyeron ante la disolución de la URSS en diciembre de 1991 numerosas repúblicas independientes y soberanas existentes hasta el presente.
En efecto, este insigne político ruso no solo reconocía la quiebra de la economía, igualmente era crítico y planteaba que la única vía para salvar el socialismo era instaurar la democracia, lo cual era un antídoto para la burocracia del PCUS, quienes de la mano de sus antecesores Leonid Bresnev, Yuri Andropov y Konstantin Chernenko, solo implementaban la política del garrote y del terror para silenciar cualquier disidencia, penada con la muerte o con los gulags en Siberia. Debiendo añadirse que esas atrocidades eran extendidas a todos los países del Pacto de Varsovia de la Europa del Este, secuestrados bajo la tenebrosa Cortina de Hierro derrumbada con la caída del Muro de Berlín en 1989.
Consecuente con sus propuestas promovió la libertad de prensa, la libertad de expresión, libertad de cultos, en fin, el derecho a la disidencia, y en cuanto al Estado promovió medidas de descentralización tanto en la producción y en la autonomía de las repúblicas, entre tanto en el escenario internacional su intervención fue decisiva en la unificación de Alemania, en la firma de los acuerdos de desarme nuclear con Ronald Reagan y en la apertura al mundo occidental, aportes que dieron lugar a otorgarle el Premio Nobel de la Paz en 1990.
Su atrevimiento es duramente cuestionado por sus detractores, entre ellos la China Comunista quien lo acusa de ser el culpable del fin de la URSS, al igual que Putin quien no asistió a su entierro aduciendo tener copada su agenda, pero al mismo tiempo una mayoría del pueblo ruso lo recuerda gratamente por haberle concedido la libertad, ya que jamás Rusia conoció la democracia, de siglos de zarismo pasó al estalinismo, conoció un respiro de libertades con Gorbachov y Boris Yelsin, para luego retroceder a la dictadura de Putin.
Todo a su tiempo, Mijail Gorbachov será reconocido por la historia, como un político valiente, descalificado por la China de Xi Jin Ping, despreciado por la Rusia dirigida por el ex KGB, y aclamado por el Occidente, y sobre todo por el mundo democrático.
Froilán Barrios Nieves