Un honor, Monseñor Valera


Conocer a José de La Trinidad Valera Angulo, al sacerdote, al Obispo, al ciudadano, al demócrata, al comprometido con el destino de Venezuela, no sólo de opinión sino de acción, es un motivo de orgullo. Compartir con él fue una gratísima experiencia y una lección de vida. Escuchar sus opiniones en entrevistas, en diálogos o en sus homilías, es aprender de cada oración, de cada silencio. Es un pastor en toda la extensión sublime de la palabra, y en sus años de gobierno eclesiástico, debo decir que fue el Obispo junto a Monseñor Alejandro Figueroa, que en paz descanse, y al segundo Obispo de Acarigua-Araure, Monseñor Juan Carlos Bravo, un prelado cercano a la gente, con esa comunicación intensa para fortalecer la fe y la esperanza.

“Les molesta que seamos profetas en Venezuela. El profetismo tiene tres razones: proclamar la palabra de Dios, denunciar todo aquello que atenta contra la dignidad humana y comprometerse a cambiar su entorno”, dijo Monseñor Valera en una entrevista en el 2017. “Este gobierno de carácter dictatorial no tiene nada que envidiarle a las dictaduras marxistas o bolcheviques. Nos quieren arrodillados y sin permiso para hablar. El pueblo de Dios está llamado a reflexionar y entregar las riendas del país al único Señor, Jesús todopoderoso”. Pero como pastor de las ovejas cristianas siempre daba su bendición: “no desmayar y orar constantemente. Mis oraciones están con ustedes. Pido a Dios Padre que proteja a cada uno de los venezolanos, sin importar su ideología.” Y nunca dejó de levantar la voz por la masacre del Centro Penitenciario de los Llanos, donde el régimen” asesinó a más de 500 privados de libertad, aunque dicen que fueron más, convirtiendo al CEPELLA en un cementerio olvidado.

En esas líneas resumo las razones por las cuales admiro a este trujillano universal que nació en San Lázaro hace más de 75 años. Su valentía, su bonhomía, su carácter pedagógico en cada sermón, conversación u opinión, su disposición a contribuir en cualquier espacio para reestablecer la institucionalidad en su amada Nación, su presencia en cualquier acto cívico de la oposición democrática, su hospitalidad en la Residencia Episcopal en los tiempos del Frente Amplio y su consejo o crítica dura pero sincera, a la hora de decir su parecer.

El Papa Benedicto XVI lo designó Obispo de Guanare en octubre del 2011 y en su papel como custodio de la Sagrada Reliquia de la Patrona de todos los venezolanos, “ha demostrado humildad, candidez, atención y noble trabajo en función de los portugueseños”. Su voz sin dobleces se ha hecho escuchar en la Conferencia Episcopal, en cada entrevista y en cada homilía. Con mi esposa Mercedes, como delegada de comunicaciones de la Diócesis en el largo trayecto en los que trabajaron juntos, una relación fructífera que tuvo como gran éxito, el relanzamiento de Coromotana 105.1 FM, incorporando a nuevos protagonistas, a sus párrocos, para la propagación de la fe y la devoción hacia la Madre de Dios. Y su especial predilección por la formación de nuevos sacerdotes, dándole un impulso al Seminario guanareño, con sus permanentes visitas pastorales por los municipios que integran la Diócesis: Unda, Sucre, Guanarito, San Genaro, Papelón, Ospino y el municipio capital.

Guanare está altamente agradecido de su gestión como Obispo, de su presencia como ser humano, de su cuatro en las manos, de su palabra y compromiso como ciudadano. No sé si eso, lo aprendimos los guanareños de José Martí, el gran poeta cubano y paecista, que decía que “la gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes” o del gran romano Virgilio: “Mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido”.

He conocido a cinco de los seis obispos de Guanare. En el corto período de Monseñor Figueroa y en estos largos y duros años con el que acaba de renunciar acatando la norma del Vaticano. Por eso puedo decir como el presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy: “Debemos encontrar tiempo para detenernos y agradecer a las personas que hacen la diferencia en nuestras vidas.”. Por lo menos en la mía, usted hizo una diferencia. Un honor, Monseñor Valera.

IVÁN COLMENARES

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