Mantengamos vivos a nuestros padres

En nuestro rol de hijos siempre imaginamos con preocupación, angustia e infinita tristeza la muerte de nuestros padres. Ese fatídico, pero seguro desenlace que tendrá lugar en algún momento.

El simple hecho de pensar que algún día nos faltarán nos provoca una angustia gigantesca.

Sin embargo, la muerte de un padre muchas veces no la ocasiona la desaparición física del ser que decimos amar con absoluta franqueza. La muerte de un padre o de una madre, comienza desde el mismo momento que olvidamos su existencia, empieza desde el instante que distorcionamos el sentido de independencia con alejamiento y de adultez, con oído sordos a los consejos del único ser en el mundo que jamás deseará que cometamos los errores, que seguramente ellos cometieron a nuestra misma edad.

Ser padre o madre no es una especie de suerte al azar; es un privilegio otorgado por Dios a través de la naturaleza misma de los seres vivos, que los lleva a defender su descendencia a expensas de sus propias vidas.

El valor de un padre está en ese infinito amor de procurar el bien de los hijos, sin importar el bien propio.

No por cuanto caprichos complazca sino en la enseñanza de un camino donde no hay manual de tránsito.

Cada uno de nosotros queremos vivir nuestras propias experiencias, eso es algo natural de todo ser humano, sentir y vivir emociones propias. Los padres no cuestionan eso, los padres sólo quieren evitar sufrimiento, heridas y llanto.

Ese sublime ejercicio de la formación cada vez se hace más débil en la medida que vamos creciendo. No porque no hayan enseñanzas que infundir, sino porque en muchas ocasiones no son escuchadas.

Los padres mueren antes de irse al cielo, ellos mueren cuando decidimos salir de sus vidas, para hacer la nuestra y negamos de manera mezquina la coexistencia de ambas.

Sin embargo hay padres que viven para siempre, aún habiendo partido de este mundo, porque nunca se muere cuando vivimos en los corazones de nuestros seres amados.

En ese gesto de reconocimiento y de admiración hay hijos que los mantienen vivos en sus propias vidas, día a día. No dejemos morir a quien estuvo dispuesto a dar su vida por nosotros.

Feliz día de Padre.

FROILÁN SÁNCHEZ

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