Dos equipos científicos crean por primera vez modelos de embriones humanos sintéticos

CAMBRIDGE.- Sin fecundación, sin óvulo ni espermatozoide. Son recreaciones de embriones humanos creados en el laboratorio con la esperanza de poder investigar etapas de la creación de la vida que todavía son un enigma. Sin embargo, como en todos los avances en este campo, la esperanza camina de la mano de las dudas bioéticas.

La ciencia ficción ya es el presente, aunque no lo percibamos tan a menudo. Los primeros embriones humanos creados en el laboratorio a raíz de células madre son una realidad. Dos grupos científicos lograron sortear la necesidad de fecundación de un espermatozoide y un óvulo para generar el cúmulo de células que origina la vida humana. 

Los responsables de los hallazgos son la británica Magdalena Zernicka-Goetz, de la Universidad de Cambridge y el Instituto de Tecnología de California, y el investigador palestino Jacob Hanna, del Instituto Weizmann de Ciencias, en Israel. Ambos líderes mundiales en este campo desarrollaron sus investigaciones de forma independiente, en una carrera por alcanzar este hito que los puso a competir y a cruzar la meta prácticamente a la vez. 

Los dos equipos usaron células madre embrionarias con distintos perfiles de diferenciación, es decir, de especialización incipiente en las funciones y órganos que desarrollarán después. Con distintas técnicas, lograron agregarlas y modificarlas hasta conseguir un modelo equivalente a un embrión humano sobre los 14 días de desarrollo. 

El objetivo detrás de estas investigaciones es arrojar luz sobre uno de los puntos más enigmáticos del paso a paso del desarrollo embrionario. Precisamente entre las dos y tres semanas desde la fecundación, empieza el proceso llamado gastrulación. Hasta el momento, la primera célula que resulta de la fecundación, el cigoto, se ha ido dividiendo y duplicando mientras baja por la trompa de falopio. Cuando ya es un blastocisto y tiene aproximadamente unas 200 células, es cuando se implanta en la pared del útero, donde, con suerte, se convertirá primero en un feto y luego en un pequeño ser humano.

En esa frontera está la gástrula. Las estructuras celulares son cada vez más complejas y empiezan a diferenciarse en tres tipos distintos, que darán lugar más tarde a la creación de diferentes órganos del cuerpo. Además, la gástrula es la que se desarrolla ya implantada en el útero. Un momento de suma importancia para la vida que, sin embargo, sigue siendo un enigma por culpa de las dificultades técnicas y éticas de estudiarlo en embriones humanos naturales. 

Esa es la barrera que buscan salvar los equipos de Hanna y Zernicka-Goetz: investigar ese momento del desarrollo embrionario pero con modelos sintéticos. «Nos permitirá investigar cuestiones clave del desarrollo humano post implantación, una ventana crítica en la que un número significante de embarazos fracasan», dice el estudio firmado por Zernicka-Goetz. 

Por su parte, el texto de Hanna reza así: «Esta nueva plataforma constituye un modelo tratable basado en células madre para cuestionar experimentalmente ventanas que antes eran inaccesibles del desarrollo humano alrededor y después de la implantación». 

La carrera para dar la noticia

La difusión de estos hallazgos se ha visto enturbiada por la trama de competencia científica y periodística que ha envuelto la noticia. La primera alerta la dio el periódico inglés ‘The Guardian’, que publicó en exclusiva el logro del equipo de Zernicka-Goetz. Sin embargo, la noticia no vino acompañada de ninguna publicación científica que sostuviera los datos, ni siquiera en formato ‘preprint’, que equivale a un borrador del estudio que no ha sido revisado por otros científicos, un proceso indispensable para que las investigaciones aparezcan en revistas de este campo. 

Esto provocó varias críticas tanto al medio como a Zernicka-Goetz, pero sobre todo desencadenó un órdago lanzado por el equipo de Hanna. En pocas horas, el investigador palestino había publicado el borrador de sus propias investigaciones reivindicando la creación de embriones humanos sintéticos y había hablado con el diario español ‘El País’.

Hanna hablaba así en declaraciones al medio hispano: «Esto no es ciencia seria y es periodismo del malo (…) Sus datos me parecen muy poco convincentes». Además, el palestino criticó que las estructuras alcanzadas por Zernicka-Goetz «no se pueden calificar como un modelo de embrión, porque un embrión debería tener placenta, saco vitelino, cavidad amniótica y saco coriónico, y no aparece ninguna de estas partes». 

Después de la publicación del estudio de Hanna y del artículo en ‘El País’, Zernicka-Goetz subió definitivamente el borrador de sus investigaciones. Tras poderlos revisar ambos, quedó claro que los equipos habían logrado avances significativos en el desarrollo embrionario, aunque con diferencias.

Gemma Marfany, catedrática de Genética de la Universitat de Barcelona, aportó su visión independiente a Science Media Center España: «Los resultados, en formato ‘preprint’, parecen apoyar que los modelos embrionarios derivados de células madre del grupo de Hanna son estructuralmente más parecidos a embriones, mientras que los del grupo de Zernicka-Goetz serían menos estructurados, pero la expresión de genes en estos embrioides daría apoyo a que se están diferenciando en los precursores de órganos».

La competición entre los dos equipos se desató cuando, en agosto del año pasado, ambos lograron demostrar apenas con unos días de diferencia que habían creado embriones sintéticos de ratones. Desde ese momento, empezó la carrera para reproducir la hazaña en humanos. 

La conclusión más pertinente a este embrollo la ofrece quizás Lluís Montoliu, investigador en el Centro Nacional de Biotecnología, también a Science Media Center España: «Este episodio de competición entre grupos interesados en el mismo tema, muy habituales por otro lado en ciencia, no nos debería alejar de lo verdaderamente relevante que se ha conseguido: la obtención de embriones humanos sintéticos, en el laboratorio, a partir de células troncales, hasta una fase posterior a la implantación en el útero. Por lo tanto, unos embriones sobre los que ahora se pueden investigar todas aquellas preguntas biológicas de estas fases iniciales del desarrollo embrionario que anteriormente estaban ocultas a los investigadores».

¿Embriones viables para la vida?

La esperanza del descubrimiento científico va de la mano de las dudas bioéticas. Una vez más, la ciencia ha aventajado a las leyes y no existen legislaciones que regulen embriones creados sintéticamente, sino que todos los textos se aplican sobre embriones naturales. 

En este sentido, gran parte del dilema será resolver e identificar qué tan parecidos son estos embriones sintéticos de los naturales y, por lo tanto, qué tan viables para la vida son. «Si no somos capaces de ver diferencias significativas, yo no tendría argumentos para no considerar a los embriones humanos sintéticos éticamente equivalentes a los naturales», reflexiona Montoliu.

«Si las hay y queda claro que la potencialidad, la posibilidad de que dichos embriones sintéticos progresen y pudieran dar lugar a bebés, en caso de ser implantados, es prácticamente nula, entonces deberíamos considerarlos de forma similar a como tratamos a los organoides o a cualquier otra agrupación de células humanas en cultivo», resume el experto. 

Por ahora, los embriones de Hanna y de Zernicka-Goetz no son viables para originar una vida humana. La científica británica, además, recordó en Twitter que ese no es su objetivo: «Nuestra investigación no es para crear vida, sino para salvarla». 

Ese avance todavía no se ha logrado. En abril, un equipo de científicos chinos llegó a desarrollar embriones de macacos, pero al implantarlos en úteros apenas sobrevivieron unos días. Sin embargo, eso no significa que no se consiga desarrollar embriones sintéticos humanos viables en algún momento del futuro.

F24/

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