GINEBRA.- Mientras en el mundo la tasa de suicidio está a la baja, en América pasó de siete muertes por cada 100.000 habitantes en el 2000 a 9,6 en 2019, según la Organización Panamericana de la Salud. Eso se traduce en que casi 100.000 personas fallecen anualmente por esta problemática. El 79% de las víctimas son hombres.
Las muertes por suicidio son prevenibles. Todas, sin excepción. Sin embargo, el tabú que existe alrededor de la muerte en muchas sociedades, y especialmente alrededor de la que es autoinfligida, relega las políticas de prevención a un lugar no prioritario.
De entrada, si alguien cercano tiene ideaciones suicidas, la primera cosa que se puede hacer es algo que parece sencillo: escuchar. Sobre todo, escuchar sin juicio y sin invalidar los sentimientos de angustia y dolor que llevan a considerar la muerte como una opción. La conversación abierta alrededor del suicidio disminuye las posibilidades de que este se haga efectivo.
Tratar de acompañar físicamente a la persona el mayor tiempo posible, especialmente si el riesgo de muerte es alto, también sirve para prevenirlo. Guiar la conversación no exclusivamente hacia el suicidio, sino hacia el problema que esté originando las ideaciones suicidas sirve para que la otra persona se sienta comprendida y para buscar qué hacer conjuntamente, según recomienda la plataforma Stop Suicidios.
Sin embargo, también es indispensable recordar que un familiar, amigo o persona cercana de una persona en riesgo de suicidio no es un profesional de la salud: al final, siempre es recomendable dirigir a la persona a buscar ayuda profesional a través de las líneas de prevención del suicidio, que existen en la mayoría de países o de otros circuitos de atención a la salud mental.
Prevenir el suicidio, una tarea de la sociedad
Pero más allá de la prevención individual, vale la pena preguntarse por la prevención social y conjunta. Muchos factores influyen el suicidio, desde el entorno cultural hasta la situación socioeconómica, y varios factores de riesgo pueden disminuirse para hacer un contexto que empuje menos a las personas a buscar una salida en la muerte.
Según un estudio publicado en ‘The Lancet’ en febrero de este año, cuantos más homicidios había en una población, la tasa de suicidios en hombres era más alta. Sucedía lo mismo con la prevalencia del uso de drogas intravenosas. En el caso de las mujeres, la inequidad educativa disparaba la tasa de suicidios entre las jóvenes. En ambos géneros, influía no tener acceso a una buena cobertura de salud, vivir en zonas poco pobladas o sufrir desempleo, entre otros factores.
Además, poblaciones que sufren discriminación suelen tener tasas más altas de suicidios: las personas migrantes o refugiadas son un ejemplo, igual que las personas LGBTIQ+, especialmente la población trans. Avanzar hacia una sociedad más igualitaria en todos los aspectos puede traducirse en menos muertes por suicidio.
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