40 AÑOS DESPUÉS

Como si lo hubiese vivido ayer, recuerdo aquella tarde del miércoles 21 de marzo de 1984, en que el General Páez se vestía de galas para recibir al multicampeon peruano Sporting Cristal, en el marco de la Copa Libertadores de aquel año, que enfrentaba a los dos primeros del torneo venezolano -ULA y Portuguesa FC, en ese orden- con los dos primeros del balompié peruano -Cristal y Mariano Melgar del Cusco-.

Siendo un partido en día de semana, a papá le tocaba cerrar la barbería -la Adriática frente a la Plaza Bolívar de Acarigua – mucho más temprano que de costumbre. Para él, nunca ninguna cita -excepto con la familia- podía ser más importante que la que marcaba el destino rojinegro. Nos fuimos ambos, yo con mis entusiastas 11 años a cuestas, papá con sus ya ocho Libertadores tatuadas en el alma rojinegra, gracias a cinco títulos y tres subtítulos en apenas 10 años de historia portugueseña en el torneo nacional.
Llegamos al coso de la Av. Rómulo Gallegos unos minutos tarde, pero sin afán porque a papá siempre le aguardaba una silla con su nombre, ganada a pulso, ya que por su sempiterna poltrona de barbero pasaron no solo las más rutilantes figuras del Penta de la primera década, sino técnicos y directivos que vieron en él no solo a un empedernido rojinegro, sino a un entendido del fútbol de quién siempre algo se podía aprender mientras les ponía a punto la barba y el cabello.

Llegamos al «Mítico» en un verdadero ambiente de fiesta, que no tardó en alcanzar su clímax con un golazo de camerino (minuto 3) del brasileño George Campos, un auténtico artista plástico con la pelota ceñida al pie. Estalló el General Páez, y con ese grito de 14 mil almas empecé a comprender, en tiempo real, el porqué el fútbol es la expresión deportiva más auténtica y completa de la que el ser humano puede ser parte.

Esa tarde, enfrentando a un Sporting Cristal que era la base de la selección peruana de entonces (con los mundialistas ‘Panadero’ Díaz, Héctor Chumpitaz, Luis Reina, etc) el Penta se sacudía del uniforme los graves problemas estructurales por los que atravesaba; correspondiéndole a su fiel afición con una victoria que apenas cuatro días después, el domingo 25, era ratificada con la goleada, también en el Mítico y también a casa llena, contra el vicecampeón peruano Mariano Melgar, que se llevó cuatro en las alforjas para una goleada histórica, que firmaron Yaburú, Ferrari, Pastorino y ‘Pedrito’ Barco.

El resto de la película rojinegra en la Copa de aquel año, la última de la que se tiene registro, es historia ya conocida. Aunque en tierras peruanas conquistamos una victoria en dos partidos (en el Cusco, también sobre el Mariano Melgar 2 por 1), nuestra eliminación estuvo marcada por las dos derrotas -de local y visitante- frente al campeón venezolano ULA, y por los graves problemas económicos que sufría el equipo de entonces, que lejos de ser superados se profundizaron con la propia participación en Libertadores.

Hoy, 40 años después de aquellos episodios que marcaron la última participación del Penta en el torneo de clubes más prestigioso de nuestro continente, los héroes -aunque tienen otros rostros y otros apellidos- usan la misma capa y la misma espada, con alma rojinegra.

Gracias Penta…!!! Gracias muchachos, por cada gota de sudor transpirada en favor de unos colores que tienen historia. Gracias al cuerpo técnico que, con un entusiasta Jesús Ortiz a la cabeza, nos hizo creer que la distancia entre el sueño y la realidad no era tan larga como la imaginamos durante 40 años… y gracias a la junta directiva, a cuya cabeza está Maiker Frías, uno de los miles de furibundos rojinegros hoy devenido en presidente de la institución…

Gracias a todos, mil gracias por bajar del olimpo ese pasado con «dioses» que la mayoría no conoció, y permitirnos conjugar en presente la gloria que desde siempre ha estado tatuada en la camiseta rojinegra del primer pentacampeón de Venezuela.

DOMINGO D’ALESSANDRO

Entradas relacionadas