“Buenos días sol
estoy viéndote asomar
para alumbrar un día más.
Buenos días sol,
en mi pensamiento está
cantarle a la felicidad”
(Edgar Alexander)…
Aquella vieja canción de Edgar Alexander, -Buenos días sol- que nos acompañó en la década de nuestra adolescencia, nos acerca a la oración para dar gracias al astro rey por la energía necesaria para la vida. El sol incandescente abraza la vegetación que se viste de un triste color pardo, característico en estos tiempos de sequía. Nuestras montañas sufren el mortal sofoco, causado por los incendios que nuestros campesinos promueven para disponer las siembras del momento. Arden las laderas, el carbón y la ceniza son el remanente que deja la candela tendida en el suelo golpeado, adolorido, lacerado, agonizante.
Desde el lecho del río, mientras nos refrescamos en sus aguas cada día más mermadas, podemos observar las lengüetas de candela que se elevan al cielo, devorando la vegetación de los cerros que aguardan unas gotas de lluvia para aplacar tanta sed acumulada. La jumiza cubre todo el entorno y oscurece la vista, todo se torna turbio y triste.
No solo la vegetación sufre de esta mortal tradición cultural de nuestra agricultura, la fauna silvestre cada día más disminuida es azotada por aquél candelero inclemente, aquellos animalitos que logran escapar de la candela, huyen despavoridos dejando atrás su hábitat natural que le sirvió en un tiempo de cobijo. Entonces, nos quejamos porque el agua escasea y las Guacharacas devoran los sembradíos de caraotas, ese es el precio que pagamos por destruir su hábitat natural que le provee cobijo y alimento.
Es como si la muerte prendida de una astilla de fósforo, aguardara cada año en complicidad con la ignorancia manifiesta de nuestra querida gente campesina. Aún recuerdo un cartel que colgaba en una de las paredes de mi escuela rural, “De una rama de árbol pueden fabricarse millones de palillos de fósforos. Pero un solo palillo de fósforo, mal utilizado por el hombre, puede destruir millones de árboles”.
Esta vez, no llovió en Semana Santa, la semana mayor se despidió sin una sola gota de lluvia. Anuncian que la sequía se extenderá hasta mayo, ojalá podamos recibir un baño de lluvia en estos días, para comenzar a llenar de sembradíos estás montañas prodigiosas que atesoran el buen café de Biscucuy.
No podemos seguir cultivando de este modo, es necesario promover nuevos métodos de siembra, -o cambiamos nuestro método de producción y de consumo, o tendremos que cambiar de planeta-. Es necesario promover una agricultura menos abrasiva y más conservacionista. Los organismos de Estado ( Alcaldía, Gobernación, Ministerio de Agricultura, Ministerio de ambiente y el desubicado Ministerio de Educación) pareciera no importarle el desastre que cada año es provocado, ellos deberían emprender una permanente jornada para diseñar un plan que impulse la cultura del riego, que institucionalice la siembra del agua y progresivamente lograr despachar la cultura de la quema como herramienta de siembra; lo olvidaba, tal vez estén muy ocupados disputándose los votos que abundan por aquí.
Ahí se los dejo, un plan de gestión serio y comprometido con la vida debe contemplar este asunto como tema prioritario. ¡No hay tiempo pa’ perder tiempo!
TORIBIO AZUAJE
toribioazuaje@gmail.com