Dan ganas de pasar la página

Analizar, explicar, hablar, discutir, escribir, prácticamente sobre lo mismo desde por lo menos 2015, y tener que hacerlo para alertar sobre la necesidad de poner los pies en la tierra y de entender que la política no es una cuestión de deseos, ni de justicia, sino de realidades, independientemente de que los deseos y la justicia jueguen un papel importante, ha sido una tarea ardua para muchos y pareciera que lo seguirá siendo. Esta labor incluye también tener que gastar esfuerzos en defenderte luego, sólo por decir tu opinión, de los insultos, calumnias, acusaciones y amenazas, de quienes deberían como mínimo estarte agradecido y recapacitar en función de la testaruda realidad.
Y lo señalado es válido para los dos grupos políticos enfrentados antagónicamente en el país, los cuales, con las diferencias relativas a sus particulares intereses, se comportan de casi idéntica manera en relación con los llamados de atención y las críticas que se les hagan. El gobierno, por supuesto, le agrega a su conducta intolerante y altanera la amenaza represiva, pues tiene a mano esa posibilidad real debido al absoluto control que ejerce sobre los cuerpos de seguridad del Estado, el Ministerio Público y el Poder Judicial. En resumen, estamos bajo la presión de quien gobierna despóticamente, que nos quiere hacer aparecer como cómplices de quienes conspiran, y del otro lado de los conspiradores junto con demócratas intransigentes, que te acusan de gobiernero, vendido, alacrán y enchufado.
Hay que tener el estómago muy duro y el cerebro muy bien puesto y funcionando debidamente, para no pasar la página, para continuar y no desmayar en la lucha por la reconquista de la institucionalidad, la democracia, la patria y la soberanía, así como reafirmar que somos una nación y que por tanto tenemos virtudes e intereses comunes, más allá y por encima de los intereses de clase social que se puedan tener. No es el socialismo ni el capitalismo, en ninguna de sus versiones, lo que debe motivar la lucha de nuestra nación. Es su desarrollo económico, educativo, cultural y de todo tipo, que nos lleve a tener una Venezuela sólida, unida, fuerte y respetada en el mundo entero, con una población educada, sana y preparada, que vive cada vez mejor y con mayor número de necesidades satisfechas.
Hay que insistir en enfrentar la visión extremadamente polarizada, que hoy tiene la mayor parte de los venezolanos, la cual además ha sido profundamente internalizada y nubla en alto grado la comprensión de lo que ocurre, de los fenómenos sociales, económicos y políticos y de las contradicciones a resolver. Genera además el convencimiento de que se trata de hechos que pueden ser explicados de una manera muy simple, como la lucha entre los buenos y los malos, discurso maniqueo que curiosamente está presente al mismo tiempo en los extremismos gubernamental y opositor, que permea hacia el resto de la sociedad y le da a los enfrentamientos y a las luchas un carácter pseudo religioso.
En estos momentos difíciles y angustiantes seguiremos, por lo tanto, insistiendo en que una cosa es la fuerza de la razón y otra, muy distinta, la razón de la fuerza. El gobierno viene desplegando desde hace años la razón de la fuerza, para lo cual sus estrellas han sido el Fiscal General, los organismos policiales legales (SEBIN, DGCIM, CICPC, GNB, PNB) e ilegales (grupos parapoliciales o colectivos y el pranato del hampa común) y los tribunales penales. Ha adoptado el lema de ser un gobierno cívico-militar-policial, reivindicando un carácter policial que nadie en su sano juicio reivindica en ninguna parte del mundo. Todos conocemos el significado de un gobierno policial.
La oposición belicosa, por su parte, también ha reivindicado el uso de la fuerza más que de la razón. Desde comienzos incluso de este siglo, cuando no aceptó la derrota electoral que les propinara Hugo Chávez en 1998 y decidió tomar el camino violento a partir de 2001, ruta que pese a las derrotas recibidas por años no ha abandonado totalmente, sin importar si lo confiesan o no. El derecho a la rebelión existe, está incluso consagrado en nuestra Constitución, pero para ejercerlo se tiene que tener la fuerza, algo que la oposición belicosa sólo tuvo en una ocasión, en abril de 2002, pero tiró por la borda su triunfo inicial. Seguir recurriendo a este expediente sin tener la preparación para ello es como mínimo una soberana estupidez.
La política es el arte de tomar y mantener el poder. No tiene que ver con la justicia, ni con la equidad entre quienes compiten, ni con la razón, cualidades importantes sí porque respaldan las propuestas. Pero no basta tener la razón para triunfar, y eso es algo que se debe entender y que en absoluto significa capitulación, sino inteligencia en la forma de ir asumiendo las contradicciones y el enfrentamiento.

LUIS FUENMAYOR TORO

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