Paseaba una familia por un zoológico y en el área donde estaban los elefantes, les llamó poderosamente la atención que los dos elefantes más grandes, estaban amarrados cada uno por una de sus patas traseras con un delgado mecate, el cual no parecía suficientemente fuerte para contener a esos animales.
Al ofrecerles comida, notaron que esos dos elefantes llegaban hasta donde estiraba el mecate y de allí no avanzaban más, sin hacer ningún esfuerzo por romper esa delgada cuerda; y al acercarse uno de los cuidadores del zoológico le preguntaron: ¿Por qué siendo el mecate tan delgado, esos elefantes no buscan romperlo?
El cuidador les contó, que esos elefantes estaban amarrados a ese mecate desde que estaban pequeñitos, y que a lo mejor sí intentaron soltarse en algunas oportunidades; pero esa vez no eran tan fuertes como ahora; luego que crecieron y se hicieron fuertes, no volvieron a intentarlo, pues ya estaban acostumbrados a estar atados.
Queridos amigos y hermanos, hoy en nuestras Reflexiones en Familia compartiremos una poderosa porción de la Palabra del Salmo 107, versículos 13 y 14, que en la Nueva Versión Internacional nos dice: «En su angustia clamaron al Señor y él los salvó de sus aflicciones. Los sacó de las más densas tinieblas y rompió en pedazos sus cadenas».
Amados, hay una enseñanza en este relato de los elefantes, y es sobre no darnos por vencidos si creemos tener alguna cadena que no podamos romper, ya que tan igual a ellos, muchos de nosotros vivimos toda una vida amarrados; sí hermanos, amarrados a cadenas de pecados, vicios, dudas, de sufrimiento, resentimiento y de tantas otras cosas que nos impiden ser libres.
Posiblemente, hay quienes intentaron en alguna ocasión liberarse, pero no lo lograron, y se han acostumbrado tanto a una cadena, que han llegado a creer que son demasiado débiles para romperla, y por ello se han resignado a vivir atados a un problema o situación, tal como esos elefantes; pero, Nuestro Señor Jesucristo, vino a este mundo para sacarte de la oscuridad, para liberarte de toda angustia y declarar tu libertad; Él pagó sin ser culpable, por todos nosotros. ¡Jesús entregó su vida, para liberarnos de las cadenas que nos atan!
Muchas veces tenemos una amargura, sentimos una angustia o un pecado, al cual nos aferramos aceptándolo como parte de nosotros, porque pensamos que es lo único que va mal en nuestra vida; sin embargo, por muy pequeño que sea ya nos turba la fe, nos roba la paz y nos ata; pero podemos recibir la libertad total y gratuita que proviene de Dios, solo si sometemos todo en nuestra vida a Él y a su voluntad.
Hermano, es necesario que de nuestro corazón salga todo aquello que hemos hecho y que no le agrada a Dios, para así poder disfrutar de su misericordia y su infinito perdón; igualmente, debemos mantener un corazón agradecido con Dios y no olvidar todo lo que Él ha hecho por nosotros.
Amigo, busca a Dios cada día de tu vida, pídele fuerza y voluntad para vencer tus dificultades, nunca dejes de intentarlo; con la fuerza de la fe, romperás esas cadenas y tendrás una nueva oportunidad para vivir en la plenitud que Él nos ha prometido. ¡Clámale al Señor!
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” Jeremías 33:3 (RV1960); este es un recordatorio de que Dios siempre está para todos, aun en los momentos más oscuros de nuestra vida; pero también es una invitación a fortalecer nuestra fe y a confiar en Dios, para poder percibir de todo lo que solo Él tiene para nosotros.
«Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud». Gálatas 5:1 (NVI)
¡Bendiciones infinitas para todos!