¿Habita el amor de Dios en ti?

     Martin Luther King en una oportunidad dijo: “La pregunta más urgente y persistente en la vida es: ¿Qué estás haciendo por los demás?”.

     Queridos amigos y hermanos, millones de personas en todo el mundo tienen carencias materiales e igualmente muchas, también tienen escasez de Dios en su corazón. La Sagrada Escritura nos muestra el valor de la justicia social y la compasión hacia los necesitados; así como también nos anima a que ayudarlos no debe quedarse en ser solo una opción, sino un efectivo llamado a accionar.

     Hoy en nuestras Reflexiones en Familia compartiremos una maravillosa exhortación que en el Primer Libro de Juan, capítulo 3, versos 17 y 18 de la Nueva Versión Internacional dice: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”.

     Amados, el amor de Dios se extiende a cada uno de nosotros sin discriminación; su amor es incondicional tanto para los privilegiados, los liberados o los que gozan, y también para los marginados, los oprimidos y los que padecen, ya que su amor no se limita a supuestos, sino que se manifiesta en acciones verdaderas para aliviar el sufrimiento del necesitado.

¡Apoyar a las personas necesitadas, junto con llevar el Evangelio del Reino de Cristo al mundo, deben ser nuestras prioridades!

     La Escritura, desde Génesis hasta Apocalipsis, promueve la ayuda a los necesitados y este precepto se basa en el amor de Dios por todos nosotros; allí podemos encontrar ejemplos protagónicos de personas que atendieron al llamado de Dios para ayudar al prójimo, tal como Job, que a pesar de perderlo todo, se mantuvo firme en su fe y continuó ayudando a los necesitados.

“Porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que carecía de ayudador”. Job 29:12 (R-V 1960).

     En la Parábola del Buen Samaritano, también se nos enseña sobre la importancia de ayudar a los necesitados, recordándonos que debemos ser compasivos con todos los que necesitan nuestra ayuda; aquí podemos visualizar que el amor es acción, y que mi prójimo es todo aquel que necesite mi ayuda. Esto nos debe hacer entender que no es posible amar a Dios y aborrecer a tu hermano.

¡Debemos traducir la compasión en acción!

     Querido hermano, nuestra generosidad no se mide por la cantidad de dinero que demos en ayudas, sino cómo se comporta ese corazón que está detrás de la ayuda, y si está guiado por el amor, la compasión y la justicia; o por defecto, si ese corazón está limitado a la vanagloria o para avergonzar al necesitado.

     Querido amigo, la caridad hacia el prójimo tiene su propio lenguaje, el del amor de Cristo y es por ello que no hay realmente caridad,  si no brota de ti el amor en cada acción de compasión; entendiendo igualmente, que solo Dios es quien puede suplir todas nuestras necesidades.

     Amados, evaluémonos para saber si nuestro corazón está predispuesto a ser ese espejo que refleje el amor de Cristo y si estamos preparados para dar sin recibir; puede ser que en este momento no estemos en condiciones de ayudar con algo material, pero también una palabra nuestra puede ayudar y bendecir a un necesitado. Solo debemos tener un corazón dispuesto y perceptivo a la voz del Espíritu Santo de Dios.

     Finalmente, tenemos como misión para nuestro tiempo terrenal, cumplir el mandato de Nuestro Señor de llevar el Evangelio a cada persona en todo el mundo, el hacer discípulos y expresar el amor de Dios a toda la humanidad; y eso es una buena ayuda que podemos dar.

“No niegues el bien a quienes lo necesitan, si en tu mano está hacerlo. Nunca digas a tu prójimo: «Vuelve más tarde; te ayudaré mañana», si hoy tienes con qué ayudarlo”. Proverbios 3:27-28 (NVI).

¡Bendiciones infinitas para todos!

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