En días pasados, un buen amigo de muchos años, me comentó que está pasando por un duro “proceso”, que está en medio de un divorcio y esa situación lo ha llevado a situaciones un tanto dificultosas; ya que la finca que tiene, y es su medio de sustento, está “metida en la partición”, y por los momentos no puede sacar nada de allí. Compungido, me dijo que también tiene una demanda por manutención de un hijo menor; todo eso, después que dio rienda suelta a su infidelidad conyugal, procreó fuera del matrimonio y fue descubierto.
Hoy en nuestras Reflexiones en Familia compartiremos una maravillosa porción de la Palabra, que en Santiago 1, versículos 13 y 14, de la versión Reina-Valera 1960, nos dice: «Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducid».
Amados, en primer lugar debemos tener claro, que no todo aquello que llamamos “proceso” realmente lo es. Un proceso es una serie de acciones o pasos para lograr un fin particular; es aquel donde llegaste sin provocar nada para que ocurriera, y es Dios quien te mete por medio del Espíritu Santo; un proceso te hace crecer en todas las áreas y te da la capacidad de salir de allí en victoria, porque Dios no pone carga que no puedas llevar.
Querido amigo, si hoy y tal como mi amigo, sobrellevas una carga por ser infiel o si tu padecimiento tiene que ver con algún pecado o una mala decisión, no lo llames proceso llámalo consecuencia; porque la Palabra dice que el pecado alcanza a aquel que galantea con él y muchas veces, más bien son «resultado» de nuestras acciones. Por eso, una acción incorrecta puede traer consigo una consecuencia, la cual podemos confundir con un proceso.
¡La consecuencia nos deja una marca por hacer algo, mas el proceso nos dice cómo hacer ese algo!
En Proverbios 27:12 de la Nueva Versión Internacional, se nos alerta: «El prudente ve el peligro y busca refugio; el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencia».
Sí, amados, la prudencia nos ayuda a evitar resbalones innecesarios y a tomar mejores decisiones; prudencia, es entender que así como tenemos fortalezas, también tenemos debilidades, y que en muchas ocasiones esas debilidades, nos conducen a que nos remolque la grúa del pecado, teniendo que pagar por ello, muchas veces, una abultada multa por las consecuencias.
¡Un momento de prudencia te puede librar de duras consecuencias!
Todos, absolutamente todos, estamos expuestos a la tentación, bien sea por sugestión, por debilidad, ignorancia o simplemente por darle gusto al mundo y sus cosas; pero, pensando un momento en la pesada carga de las consecuencias, hoy te invitamos a que te alimentes de la Palabra inspirada por el Padre y en consecuencia actúes como Jesús su hijo.
La Palabra nos dice, en Gálatas 6, versículos 1 y 2 de la Nueva Versión Internacional: «Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas y así cumplirán la ley de Cristo».
Amados, nuestro intento es que reflexionemos sobre cada enseñanza que nos trae el día a día, para que inspirados en el amor de Cristo y con base bíblica, pueda ser de ayuda para alguien necesitado; y por ello te invitamos a que multipliques este mensaje.
¡Bendiciones para todos!
Consecuencia o proceso
