Dios no tiene días libres


 
«¡Voy a esperar que pasen estos días de vacaciones, para orar al Señor por un inconveniente laboral que tengo!»
 
     Esta frase, que la escuché en estos días de Semana Santa y que al parecer no tiene nada malo, contiene un mensaje de alerta y también uno de confianza;  pero dejemos que en nuestras Reflexiones en Familia de hoy, sea Dios quien nos guíe por el camino del discernimiento a través de una poderosa porción de su palabra, que en el Salmo 121 de la versión Reina-Valera 1960, dice: «Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre».
     Amados, el alerta está en esperar que pasen los días para orar, a sabiendas que la Palabra nos exhorta a «Orar sin cesar»; la confianza, está en saber que la presencia de Dios en nuestras vidas y su cuido para con nosotros es en todo momento, inclusive en tiempos en los que disfrutamos de vacaciones. Dios es omnipresente, y por ello está en todo lugar y en todo momento; su presencia no está sujeta a ninguna limitación, incluyendo espacio y tiempo. Él puede estar con cada uno de nosotros a la misma vez, porque ¡Dios no tiene días libres!
     Al tomarnos un tiempo libre y salir de vacaciones, hay algo que nunca debe faltar en nuestro equipaje, y es la oración; esa que alimenta nuestra fe y que sin ella, corremos el riesgo de alejarnos de Dios y perder el rumbo. Es muy importante que en todo momento busquemos de su presencia, ya que Dios no se va de vacaciones ni se olvida de nosotros; él estuvo ayer, está hoy, y mañana seguirá estando presente y actuando en nuestras vidas. Es por eso que no debemos de dejar de buscarle, de encontrarnos con él y de darle gracias por todo.
     Mi querido hermano, el Salmo citado es atribuido en su autoría a David y es un cántico que nos ayuda a fortalecer nuestra confianza en Dios, sea cual sea la situación que enfrentemos; a toda hora y en todo lugar contamos con el resguardo de Dios todopoderoso, ya que su omnipresencia es más grande que lo que podemos ver a nuestro alrededor. Dios es más grande que cualquier problema o situación, y si pones toda la confianza en Él, quedarás bajo su resguardo, porque Dios te protege constantemente. Dios no toma momentos ni días libres. Él está siempre alerta y su presencia protectora es personalizada, sea de día o de noche, durante tu salida o tu llegada; en otras palabras, podemos afirmar que es continua y personal.
     Y tú, mi querido amigo, no tengas miedo; confía tu vida en las manos de Dios, porque no existe nada ni nadie que pueda hacerle frente a la protección de Dios; no hay nada que pueda dañarte si estás bajo la protección del Señor; búscale, porque no es posible hallar otra protección ni otra ayuda como la de Él. Y si alguna vez te preguntas: ¿De dónde vendrá mi socorro? puedes alzar tu mirada para que observes la grandeza de Dios, y automáticamente la respuesta será: ¡Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra!
     Debemos hacer notar que la protección de Dios no quiere decir que nunca sufriremos dificultades; sino, que Cristo va a estar allí para sostenernos, no importando la dificultad que se presente en ese momento. Dios está en todas partes y en todo momento nos acompaña; porque incluso, en los días de vacaciones ¡Jehová guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre!
     Si sabes de alguien necesitado del cuido y la protección de Dios, multiplica esta reflexión y hazle saber que Dios le cuida con sus propias manos. Dile que Él no le va a enviar intermediarios; sino, que personalmente estará a su lado como su sombra, para que pueda permanecer tranquilo si alguna dificultad toca su puerta. Por favor, dile que Dios vive y nos acompaña en todo momento, especialmente, en los más difíciles.
     «Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tú vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,  y en la casa de Jehová moraré por largos días». (Salmo 23, Reina-Valera 1960).
 
¡Bendiciones para todos!

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