UNA LECTURA DE CARLOS LANZ RODRÍGUEZ

Homar Garcés /

A la hora de referirse a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, una mayoría de dirigentes partidistas, funcionarios del Estado y pueblo en general (obviamente, los adscritos al proyecto de cambios revolucionarios encarnado en la figura de Hugo Chávez Frías) rehuyen o no tienen muy presente en sus actitudes y acciones las palabras contenidas en su Preámbulo, esto es: «…refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia». Si a esto agregamos lo que nos dice el artículo 2 del mismo texto constitucional: «Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de derecho y de justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social…»; entonces en ello se define, a grandes rasgos, lo que sería, en principio, el comportamiento cotidiano de aquellos que ocupan los diferentes cargos de la administración pública, aparte de aquellos otros que, como simples ciudadanos, debieran comportarse de igual manera. Más todavía cuando se supone que, entre todos, se estaría impulsando una transición democrática a una sociedad y a un Estado de corte socialista, de raíces bolivarianas, robinsonianas y zamoranas, con la agregación de otros elementos emancipatorios extraídos de algunas de las experiencias históricas y étnico-culturales revolucionarias extranacionales, emparentadas todas con la liberación de la explotación y de la desigualdad de la humanidad. Basta para estos dirigentes partidistas, gobernantes y militantes de base repetir a diario las frases compartidas por el presidente y los altos jerarcas del PSUV (cuando las creen apropiadas) de un modo similar a la liturgia rutinaria celebrada por los clérigos de la cristiandad, pero sin querer ir más allá de lo que pudieran expresar y hacer realmente.

En 2004, Carlos Lanz Rodríguez redactó «La revolución es cultural o reproducirá la dominación» en donde presentó un interesante y valioso conjunto de «aportes para el proceso de rectificación y el desarrollo de una nueva mentalidad en el seno de la Revolución Bolivariana»; todos ellos apuntando a la erradicación permanente de los diversos rasgos de la cultura puntofijista (apuntalada por los gobiernos sucesivos de Acción Democrática y COPEI) que se manifiestan entre los chavistas durante su ejercicio del poder constituido, los cuales -de una forma paralela a la actividad desestabilizadora de la oposición extremista- han obstaculizado la plena vigencia y cumplimiento de la Constitución y del poder popular emanado de ella. «Estos valores, métodos y prácticas erróneas no solo se reproducen en la Revolución Bolivariana por la presencia en su seno de algunos personeros reproductores de la cultura puntofijista, sino que forman parte de un conjunto de relaciones sociales que son la trama material y simbólica de la dominación. Por ello, resulta equivocado responsabilizar a determinados individuos por estos males, si no ubicamos las estructuras y procedimientos que le sirven de soportes, y cuya superación debe ser el objeto de la acción transformadora en estos momentos»; como lo afirmaría, no sin cierta pasión y preocupación, Lanz Rodríguez. Tanto tiempo transcurrido desde que saliera a la luz pública este análisis y muchos chavistas posicionados en diferentes rangos del Estado aducirán en su defensa que se han llevado a cabo muchos cambios revolucionarios, cuestión que es innegable, pero dichos cambios distan aún mucho de las aspiraciones democratizadoras populares.

Algo que suele citarse irreflexivamente es la frase de Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, respecto a que «sin teoría revolucionaria tampoco puede haber movimiento revolucionario». Lo cual, bien entendido, condensa uno de los primeros deberes de todo revolucionario que se precie de serlo. Empero, ello no significa que haya que hacer una lectura y una memorización mecánica de todo texto que nos hable y nos explique cualquier aspecto de la Revolución que aspiramos concretar, al modo de los sofistas de la vieja Grecia, sin animarnos a trascender los paradigmas que caracterizan a la cultura tradicional en general, que es decir los fundamentos ideológicos de los sectores dominantes. Al reducir nuestra capacidad intelectual a una simple lectura y memorización de reflexiones y aportes teóricos de ciertos autores revolucionarios de moda sin convertirlas en carne y guía crítica de nuestra propia acción revolucionaria, le estaríamos dando rienda suelta a la ideología dominante, cayendo en la aprobación de medidas de tipo reformista que, si bien es cierto están dirigidas a causar un bien colectivo, no eliminan la causa del problema estructural que debiera afrontarse, sobre todo en el orden económico, recurriéndose muchas veces a las viejas fórmulas del pasado y sin considerar realmente siquiera las opiniones de los sectores populares. En este sentido, es habitual observar cómo funcionarios de los distintos entes públicos se arrogan el derecho de situarse por encima de los ciudadanos, contrastando abiertamente con la misión y la visión que los identifican como bolivarianos y chavistas socialistas.

Regresando a Carlos Lanz Rodríguez, «la Revolución Bolivariana demanda una labor educativa permanente para formar a los explotados y oprimidos como intelectuales. Este es uno de los cometidos de las Misiones educativas, en función de la democratización del saber»; utilizando para su logro lo enseñado por Simón Rodríguez, José Martí y Paulo Freire como paso imprescindible para que las clases y los grupos sociales excluidos y subalternizados por el sistema burgués liberal comprendan debidamente el origen real de sus padecimientos y de su enajenación como generadores de plusvalía, al mismo tiempo que asumen para sí, como clase social organizada, la participación y al protagonismo que les corresponde, más allá en todo lo posible de las limitaciones impuestas legal y constitucionalmente para acceder a una verdadera democracia popular o socialista. En tal caso, cada funcionario (sea cual sea su función específica y su grado profesional o académico) tendrá que convertirse en un difusor del ideario bolivariano socialista, con un auténtico sentido crítico y autocrítico, siendo ejemplo del mensaje transmitido y estando subordinado a la soberanía del pueblo. En base a esto, ningún funcionario debería, ni podría, comportarse como lo hicieron sus antecesores adecos y copeyanos durante el periodo puntofijista. Aún más, la política no tiene que utilizarse como pasaporte para el enriquecimiento personal y el usufructo de privilegios que niegan rotundamente la vocación y el espíritu bolivariano y socialista que los anima, aprovechándose de la buena fe del pueblo. A pesar que el sistema imperante lo permite y lo justifica, hay que confrontar abiertamente (como toca a todo revolucionario auténtico) estos viejos valores morales y debilidades. Como herramienta, debe ponerse en práctica todo el contenido de la Constitución y de las leyes derivadas de ésta referidas al poder popular; de modo que las relaciones de poder y de producción dejen de estar regidas por la ideología liberal capitalista. Se tendrían así dos importantes frentes de batalla: Por un lado, contener y derrotar a los sectores fascistoides e imperialistas que todavía no cejan en su loco empeño de ahogar al pueblo venezolano en un mar de privaciones y de calamidades de toda especie; y, por el otro, luchar contra los que, instalados en las estructuras del Estado, conspiran para que todo continúe igual, sin cambios sustanciales que pongan en riesgo su posición. El gran compromiso es, tal cual lo planteó Antonio Gramsci, la construcción y consolidación de una nueva hegemonía, producto de una amplia revolución cultural sustentada en la dialogicidad, los intereses y las luchas de resistencia del pueblo venezolano en lugar de atenerse a lo dictado por la tradición, la opinión pública preestablecida, la autoridad de una religión, la conveniencia electoral o las razones de Estado que son algo común a todo gobierno.

Entradas relacionadas