Homar Garcés /
Ilich Ramírez Sánchez, condenado en Francia a purgar tres cadenas perpetuas consecutivas al ser acusado por una serie de atentados en las décadas de 1970 y 1980, aún espera que el gobierno venezolano le brinde el apoyo que requiere de acuerdo a las disposiciones del Convenio sobre Traslado de Personas Condenadas, suscrito en Estrasburgo, Francia, el 21 de marzo de 1983. Sin embargo, los esfuerzos en tal sentido han sido infructuosos, a pesar de que Venezuela forma parte de dicho convenio y, por lo menos, le corresponde activar los trámites pertinentes para lograr la repatriación de Ramírez Sánchez a su país de origen. Para muchos, influenciados por las viejas noticias difundidas desde el viejo continente europeo, se trata, a simple vista, de un terrorista que merece ser condenado, como lo han hecho, a diferencia de quienes, instalados en sus seguras poltronas de poder, ordenan la condena a muerte de millares de personas en nombre de la paz, la democracia y la libertad, ya sea por vía directa, a través de una agresión bélica desproporcionada y asimétrica, un bloqueo inhumano de alimentos y medicamentos o por métodos represivos mediante el despliegue policial y la desaparición física.
Incorporado al Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Ramírez Sánchez se define a sí mismo como revolucionario de profesión. Los diferentes medios informativos le acuñaron inmediatamente el apodo de el Chacal en alusión al personaje de la novela de 1971 de Frederick Forsyth, «El día del Chacal», llevada al cine en esa época; aunque prefiere ser reconocido por su nombre de combate Carlos, conferido por su mentor Wadih Haddad. Su acción más renombrada fue la toma de la sede de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en Viena (Austria) el 21 de diciembre de 1975, la cual ejecuta al mando de una unidad de 6 combatientes. Apresado en Kartum, la capital de Sudán, y trasladado a Francia, en una operación encubierta llevada a cabo por agentes franceses, en lo que podría catalogarse de secuestro, contando con la complicidad de las autoridades sudanesas y la cooperación (aparentemente) de las agencias de inteligencia estadounidense e israelí, ha sido tratado sin apego a los procedimientos jurídicos establecidos, lo cual se enmarca, como ocurre con todo aquel que se manifiesta solidario con la lucha de los pueblos, en un ensañamiento que no sólo persigue aislarlo sino quebrar su voluntad e ideales.
En su momento, el entonces embajador de Venezuela en Francia, Jesús Arnaldo Pérez, ex Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, designado por el presidente Hugo Chávez, se mostró poco diligente (por decirlo de alguna manera) en la defensa de los derechos de Ilich Ramírez Sánchez, permitiendo que las autoridades galas lo sometieran a distintos métodos degradantes y violatorios (diez años en total aislamiento) durante todo el tiempo de su cautiverio. El 20 de noviembre de 2009, el Presidente Hugo Chávez dió a conocer su posición respecto a Illich Ramírez Sánchez, haciendo saber que el Estado venezolano se ocuparía de actuar en su caso y reivindicándolo como luchador revolucionario por la causa palestina, contradiciendo su calificativo de terrorista, y denunciando su captura por la policía francesa como secuestro. A pesar de esta declaración pública del presidente Chávez Frías -rechazada, como era obvio, por el régimen de Francia- no se ha modificado prácticamente nada de la situación vivida por Ramírez Sánchez; quizás pensando (exageradamente) que su presencia en Venezuela sería una amenaza para la estabilidad del gobierno chavista.
Dada su participación activa en la lucha armada a favor del pueblo de Palestina y el historial de violencia y asesinatos que se le atribuye, la figura de Illich Ramírez Sánchez resulta difícil para muchos encajarla en la izquierda revolucionaria; a lo que contribuyen algunas de sus afirmaciones en las cuales no mostró arrepentimiento por alguna de sus acciones. Esto ha conformado en torno suyo un estigma que resiste todas las explicaciones posibles y ha contribuido a mantenerlo aislado del resto del mundo, a disposición de sus captores y sin que exista una solidaridad más efectiva para mejorar su confinamiento y posible repatriación. No obstante, hay voces a su favor que han dado a conocer su situación carcelaria y abogan por el cumplimiento del tratado internacional que lo haría regresar a Venezuela; evitando con ello que su caso termine por olvidarse como último capítulo de su vida.
