Redefiniendo el Decreto de Guerra a Muerte del Libertador Simón Bolívar

Homar Garcés /

En pleno desarrollo de la Campaña Admirable -iniciada el 14 de mayo de 1813, desde Cúcuta, con el respaldo del gobierno republicano de las Provincias Unidas de la Nueva Granada- el Libertador Simón Bolívar, en su condición de Brigadier general de la Unión y General en jefe del Ejército del Norte Libertador de Venezuela, hace oficial en la ciudad de Trujillo, el 15 de junio de 1813, el Decreto de Guerra a Muerte contra las fuerzas realistas de España; Decreto que se mantendrá en vigencia hasta la firma del Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra con el Mariscal de campo Pablo Morillo en Santa Ana de Trujillo, un año antes de librarse la batalla de Carabobo con la que se definiría la independencia absoluta de Venezuela. La resolución bolivariana permitió definir los dos bandos en pugna, obligando a los ciudadanos del país a pronunciarse y a activarse a favor o en contra de la decisión asumida el 5 de julio de 1811; cuestión que, a través del tiempo, ha dividido las opiniones de historiadores y profanos en torno a su pertinencia y a sus efectos políticos y sociales, siendo éste uno de los capítulos de la vida del Libertador (y, por ende, de la lucha revolucionaria por la liberación del yugo colonial) que más polémica ha generado hasta hoy. Hay quienes lo denuestan, arguyendo que no era necesario y sólo sirvió para legitimar los desmanes contra aquellos que seguían fieles a la Corona española, cosa que no podría negarse del todo, si somos objetivos. Por su parte, quienes lo defienden, esgrimen que era una forma de retribuirle el daño a las tropas realistas (y a los civiles que las respaldaban) que pasaban por las armas a todos los patriotas que cayeron en sus manos. Como consecuencia, sin llegar a los extremos de su aplicación, este Decreto de Guerra a Muerte contribuyó a perfilar la lucha emprendida contra el coloniaje ibérico y abrió las puertas para que dicha lucha alcanzara su clímax con la independencia de los territorios del sur de Nuestra América/Abya Yala/Améfrica Ladina, sellada con la victoria de Ayacucho.

En la época presente, cuando Venezuela vive un asedio constante y diverso sólo comparable o superado por el bloqueo impuesto por Estados Unidos a la República de Cuba o el genocidio padecido por la población palestina de Gaza a manos del régimen sionista israelíe, habría que redefinir su contenido y su objetivo ante la complicidad de diferentes actores políticos, militares, empresariales, mediáticos, eclesiásticos y sociales con la estrategia de desestabilización política y de amagos de agresión militar por parte del imperialismo gringo, representado en este momento por Donald Trump, el aparentemente desquiciado presidente de Estados Unidos que, sin el apoyo de semejantes personajes, quizá no se atrevería a tratar de desencadenar el caos en este país, del mismo modo que ya ocurriera con Irak, Libia y Siria; pero si se observa con más detenimiento todo indica que eso no le importaría mucho al ocupante de la Casa Blanca, quien se muestra decidido a todo con tal de asegurar el control de las fuentes de hidrocarburos venezolanos. Esto obliga a calificar de traidores a la Patria a todos aquellos que, insensatamente, invocan mayores medidas de bloqueo económico y un inminente desembarco de tropas estadounidenses con que derrocar al gobierno de Nicolás Maduro. En este sentido, hacer en otras naciones del mundo lo que hacen los grupos e individuos interesados en que este último objetivo se logre es penado con severidad por la ley y, en la mayoría de las veces, merece un encarcelamiento por largos años y, en el peor de los escenarios, una sentencia de muerte. Aunque en Venezuela, donde se violarían todos los derechos humanos, según la matriz de opinión que se ha manejado en el exterior, estos siguen insistiendo en su narrativa, frente a la mayor parte de los medios de información, con una audacia que semeja paranoia, marchando libremente, sin mayores consecuencias, por el territorio nacional.

En dicho Decreto, la firme determinación del Libertador no dejaba lugar a dudas: «Todo español que no conspire contra la tiranía a favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria, y por consecuencia será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los (…) españoles que hagan señalados servicios al Estado, serán reputados y tratados como americanos. Y vosotros, Americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado(…) sabed que vuestros hermanos os perdonan (…). Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades: el solo título de Americanos será vuestra garantía y salvaguarda. Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables». Esa firme determinación, en el tiempo presente, conseguido y consolidado el objetivo de la independencia, debiera conformar la pieza fundamental del carácter ciudadano de todo venezolano y de toda venezolana. Ella no debería, en consecuencia, ser nada opcional. Pero tendríamos que entender el por qué a alguien no le pueda importar, si ocurriera, que Venezuela sea invadida por las fuerzas hostiles gringas, lo cual nos remite a la escasa o nula formación en relación con los valores patrios que exhibiría todos los nacidos en tierra venezolana y, como efecto de ello, se explicaría su falta de sentido de pertenencia, no mereciendo entonces la distinción de ciudadano.

En su famosa Carta de Jamaica, fechada el 6 de septiembre de 1815, Bolívar le expone a su destinatario, el comerciante británico Henry Cullen, lo siguiente: «Yo diré a Ud. lo que puede ponernos en actitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos». Cuestión que trata de erosionar la derecha extremista, estimulada por Washington, desde hace más de una década, pretendiendo agudizar las posibles tensiones sociales, económicas y políticas que existirían en este país. Así, la contextualización y valoración del Decreto de Guerra a Muerte -a la luz de los eventos presentados en éste y demás años anteriores- nos servirán para reflexionar y reforzar todo lo referente al respeto y el derecho de ser una nación totalmente soberana.

Hay que ser conscientes sobre la relación asimétrica generada entre una potencia imperialista y neocolonialista como Estados Unidos y el conjunto de naciones americanas de habla hispana sostenida, básicamente, gracias a la subordinación de los grupos y las clases dominantes de dichas naciones y no a la voluntad manifiesta de los pueblos explotados y segregados por unos y otros. Por tanto, no representa ningún dilema ético separar a unos de los otros, ya que sus visiones e intereses chocan entre sí, lo que se pretende esconder tras una fachada de paz social inexistente y una supuesta defensa de la democracia y de la soberanía nacional. Es un hecho que el terrorismo comunicacional desatado por la Casa Blanca se ha fijado como una de sus metas derruir la confianza del pueblo venezolano en su propia capacidad para repeler cualquier amenaza y ataque provenientes del exterior, lo que incitaría -según los cálculos gringos y sus lacayos locales- al desconocimiento de la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro. Y eso está más que a la vista. Contando con estas y otras malas intenciones del imperialismo yanqui y de sus servidores pitiyanquis, no hay más que reafirmar lo escrito el 14 de abril de 1827 por el Libertador Simón Bolívar al General en Jefe Rafael Urdaneta: «Unos viles ladrones no pueden formar una masa capaz de combatirnos. Además, Venezuela es un erizo y mi nombre un talismán». Y aquí vale también citar lo afirmado por el prócer independentista puertorriqueño Pedro Albizu Campos al hablar de su tierra natal, pero que bien podría ser sobre la nuestra: «¿Con qué derecho se nos quiere llevar a nosotros a ser los gusanos de la tierra, a ser la cabalgadura de una bestia como lo son los yanquis? ¿Con qué derecho? Y aquí hay que levantar las sanciones más duras y más severas contra todo el que sirva de instrumento de la tiranía, contra todo el que quiera venir aquí a ejercer fuerza o autoridad en nombre del gobierno de los Estados Unidos». Con ello en mente estaremos entonces redefiniendo el Decreto de Guerra a Muerte del Libertador Simón Bolívar en un momento histórico como el que nos ha correspondido vivir, en un mundo sometido a los intereses egoístas de un conjunto de gobiernos y corporaciones transnacionales. Sin demagogia ni perspectivas ilusorias.

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