…”Partiendo de un alto nivel de generalidad, con el término consenso podemos indicar el recíproco establecer vínculos e influenciarse de los seres humanos en el dotar de sentido las acciones, las palabras, las cosas y los acontecimientos; y, por lo tanto, en el orientar las propias expectativas, las creencias y las conductas de la vida. Desarrollando una analogía formulada por Hume (1994, p. 189) tanto en las relaciones entre los padres y los hijos como entre soberanos, gobiernos y súbditos, los seres humanos aparecen insertos en un campo gravitacional en el cual las conexiones de «obediencia o sujeción» (obedience orsubjection) se vuelven tan familiares que raramente se problematizan: el principio de esas conexiones aparece de hecho tan natural e inevitable como el principio de gravedad, y precisamente por este motivo son -según Hume- «independientes de nuestro consentimiento» (independent of our consent). Aquí emerge, por otra parte, la necesidad de una primera precisión en la utilización del término, puesto que las relaciones de obediencia y sujeción -que emergen y subsisten sin que les sea acordado un consentimiento (consent) explícito o tácito- perfilan, sin embargo, una dimensión «consensual» de la interacción humana, por lo menos en los términos de un consensus social que conecte las expectativas recíprocas, las intenciones y los comportamientos individuales prescindiendo de la existencia de una voluntad orientada en ese sentido.” (El consenso como concepto filosófico-político. Por Luca Mori. Revista Eidos. Fundación Universidad del Norte. Colombia).
Con esta introducción he querido establecer una integración a un concepto común y que a diario transitamos en su uso y aplicación, sin a veces atender a su profundidad filosofía o incluso metaxiologica, en donde convergen elementos dinámicos y sencillos del sentido de dicha expresión. Y eniendo en cuenta esto, el ámbito de aplicación del término consenso abarca desde el «darse forma» (con-formarse) recíproco y el influenciarse inconsciente, hasta el ponerse de acuerdo con declaraciones explícitas encomendadas al lenguaje hablado o escrito.
Si consideramos además que el área semántica del consenso se cruza con la de términos de empleo igualmente amplio como poder e influencia, a pesar de intentos de esclarecimiento -como el de Dahl (1957) sobre la distinción entre poder, influencia, control y autoridad-, nos encontramos enfrentados a un puzzle complicadísimo que no se puede recomponer de una manera definitiva porque toda tentativa sería anulada por el hecho de que en las historias de los conceptos filosóficos toda relectura rediseña el mapa.
Ahora bien, siempre es necesario la visión del consenso en lo político. De él emana, el sentido de la única voz y la mejor manera de convivencia, sobre todo en tiempos de contradicciones y decisiones en el que el país se mueve.
La política nacional apunta a la espectativa de consensos, sobre todo en el ámbito del bloque opositor del cual depende en este momento la dirección a producir los cambios requeridos en el timonel de un barco cuya dirección se ha querido influenciar hacia una izquierda que no es tal, pero que tampoco es chicha ni limonada. Un rumbo incierto de socialismo innominado e insustancial sin criterios ni argumentos. Una camisa de fuerza llevada a cabo por una élite enquistada en el poder sin ánimos de hacer uso de la alternabilidad necesaria.
Ante este escenario, la voz del consenso opositor, asume una posición de vanguardia propia; se hace único y se fortalece ante el reto de colocar al país antes que a las pretensiones personalistas de los actores inmediatos. Hablo de la necesidad de consenso ante la posibilidad de que MCM no pueda ser habilitada, lo cual deba dar paso a una cooptación de un líder con plusvalía y experiencia y quien lleva el estandarte de ese discurso consensual por Venezuela. Hablo necesariamente por la figura del Dr. Eduardo Fernández. Justo es reconocer que tiene los kilates necesarios para asumir ese timón y darle el giro requerido al progreso de la unión de todos los venezolanos. Sería un buen Presidente sin duda alguna.
Rafael García González