Escribiendo esta columna viajamos a través de las imágenes que brinda la apoteósica, vibrante y por demás romántica inauguración de los Juegos Olímpicos en la capital de las luces, cultura, del amor y la moda.
Desde la Torre Eiffel hasta los más recónditos lugares de la ciudad de las letras y del arte, hemos sido testigos de las innovaciones tecnológicas y luminosas del Sena que ha servido de pista para la presentación de los atletas en un original viaje de unión sobre sus aguas.
Sin duda, París pasa a ser un escenario de unión del Mundo para esta gesta deportiva.
El formidable despliegue de detalles para resaltar no solo los aspectos relevantes de esa maravillosa capital, sino también esa manera sui generis de crear su visión futurista a través de lo humano, dejan más que boquiabierta a los espectadores que gratamente hemos presenciado este gran evento.
El encendido de la llama Olímpica, como punto final de la gesta, enmarca una simbología más allá de lo deportivo, siendo que la luz se ha elevado al cielo por el Mundo invocando la paz y la unión de las naciones; sobre todo en momentos en que la violencia y las guerras dominan en buena parte del planeta. Y allí mismo, esa Francia que vive sus momentos de convulsión política entre la lucha del control del poder, no se amilanó ni siquiera por la lluvia que insistentemente acompañó a esta gala olímpica.
Estos juegos nos llegan bajo esa convulsionada realidad de las redes sociales que más allá de la información, nos abren brecha para seguir palmo a palmo el acontecer de una dinámica que mantiene en vilo las espectativas en nuestro país, apenas a horas de que se celebre el magno evento de las elecciones presidenciales.
Es importante ver cómo se mueven las fórmulas políticas hacia esquemas de poder con tendencias hacia la derecha, centro e izquierda.
Bajo estas premisas se mantienen los polos de pugna no solo en nuestro país, sino en una globalización que enfrenta sus conceptos.
Sin duda, ese toque maravilloso de estos juegos olímpicos, van a estar presentes en su magnitud en ese espíritu de la paz.
Ese es el gran mensaje, el desiderátum de la unión de los seres humanos y la solidaridad de los países para la convivencia en paz.
De seguro el Arco del Triunfo estuvo presente con todo los personajes que lo enaltecen y allí recordemos, está nuestro Generalísimo Francisco de Miranda. Hoy bajo la mirada expectante del efluvio de otros tiempos, Francia emerge para seguir dándonos ejemplo de cómo se escribe la historia.
Rafael García González
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