A Felipe Gómez Álvarez: Un homenaje al guanareño centenario

“Cuando se compara la gestión de todos los que han ocupado el cargo de Ministro de Agricultura desde 1936, Felipe Gómez Álvarez, de lejos, de muy lejos, es el mejor Ministro de Agricultura que ha tenido el país en su historia, tanto, que la magnitud del incremento interanual en las tasas de desempeño de indicadores claves, fue base para que un homólogo peruano que visitó al país hablara de «milagro agrícola» a lo que Felipe solía decir: «ningún milagro. Sólo la respuesta del trabajo de los hombres del campo a una política agrícola correcta».
Esa frase del economista Wilfredo Briceño quien fue estudiante de la Unellez cuando el guanareño era su primer Rector y su secretario cuando fue Ministro, inserta en su artículo en homenaje a los cien años del natalicio de Felipe Gómez Álvarez, eleva el orgullo de compartir el gentilicio con uno de los guanareños más importantes del siglo XX, uno de los venezolanos que mayor dedicación ha consagrado a la investigación, la docencia, la elaboración de políticas públicas para el sector sobre quien tenía la inmensa fe de poderse convertir en la palanca del desarrollo de una Venezuela alternativa, convertida en despensa del mundo.
Tuve el honor de pronunciar un discurso en el auditorio del recién fundado Vicerrectorado de Producción Agrícola, en el mismo escenario donde recibí mi título de Bachiller en Ciencias en mi entrañable Liceo Unda, cuando Guanare regocijado, celebraba la designación de su hijo ilustre como el Rector de la Universidad que siembra y de uno no menos importante, el doctor Pedro José Urriola, como Vicerrector. Estuve buscándolo, pero no lo conseguí, aunque la foto sí, donde el paisano, creo que satisfecho, agradecía las palabras de aquel joven aún, dirigente fundamental del MAS, en una época profundamente democrática, en la que luché junto a muchos otros por la creación de esa alta casa de estudios pionera en América, producto de un equipo de primera línea y de la decisión política del presidente Carlos Andrés Pérez.
Cuando uno revisa el perfil del doctor Gómez Álvarez, de los numerosos cargos públicos que ocupó sin ninguna mancha ni en lo profesional ni en lo administrativo, sabe que estaba al frente de una figura intachable, de un carácter nada dócil, pero de una inquebrantable fe en el campo venezolano y en las manos de mujeres y hombres que saben tejer el destino de un pueblo.
Graduado mención cum laude como doctor en Ingeniería Agronómica de la UCV, todo su esfuerzo investigativo lo centró en la caña de azúcar y en esa dirección viajó a conocer estaciones experimentales en varios países hasta que en 1947 funda y dirige durante tres años, la primera del país en Maracay. Fue titular de la cartera agrícola en el gabinete de Jaime Lusinchi desde 1984 hasta 1988 y luego representa al estado Barinas como diputado ante el Congreso Nacional en el quinquenio 1989-1994. Por cierto, siendo Ministro en una sesión donde estaban discutiendo temas de su competencia, todo el mundo opinaba, hasta que se levantó y le preguntó al Jefe de Estado que quien era el Ministro de Agricultura, a lo que el Presidente respondió lo obvio: “usted pues”. Entonces dijo el guanareño “pues en esa materia la voz cantante es la mía”.
No solamente la grandeza de Gómez Álvarez no son sus éxitos como profesor, investigador, funcionario, rector, autor de numerosos textos y el mejor de todos los ministros de agricultura desde 1936 hasta hoy, sino su profunda conducta ética, que destaca Wilfredo Briceño. Cuando fue rector, no cobró su sueldo de profesor de la UCV y cuando fue Ministro, que ya estaba jubilado y le correspondían legalmente sus dos ingresos, exigió ante Contraloría no recibir su jubilación. Y cuando le dieron sus prestaciones sociales, por veinte años de trabajo, contribuyó a crear una fundación para ayudar a estudiantes con dos condiciones: ser socialmente vulnerables y ser excelentes alumnos.
Hay decenas de guanareños que deben integrar este palmarés del que forma parte quien se forjó también en las aulas de la vieja casona franciscana. Felipe Gómez es uno de esos extraordinarios seres humanos cuya fe en Venezuela y en sus potencialidades, cuyas virtudes como ciudadano deben ser ejemplo y guía de la patria que ha de renacer de estas cenizas. Por ello, con orgullo, celebramos esta paisanía y este centenario de quien la llanura y el piedemonte vieran nacer a unos de los pocos hombres de la Venezuela contemporánea a la que se le puede aplicar el más grande elogio que José Martí le haya dado a Cecilio Acosta: “Abrió vías, que habrán de seguirse; profeta nuevo, anunció la fuerza por la virtud y la redención por el trabajo. Su pluma siempre verde, como la de un ave del Paraíso, tenía reflejos de cielo y punta blanda. Pudo pasearse, como quien pasea con lo propio, con túnica de apóstol. Los que le vieron en vida, le veneran; los que asistieron a su muerte, se estremecen… ¡Y cuando él alzó el vuelo, tenía limpias las alas! IVÁN COLMENARES

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