Cuatro alcaldes y un gobernador

El 21 de noviembre de hace un año es un hito para la reflexión, para corregir errores y un punto de quiebre en el manejo de la política democrática, que venía dando tumbos después del empalagamiento de la victoria del 2015. Los números de las “oposiciones” indicaban una mayoría frente al régimen, que volviendo a jugar “inteligentemente” con el más poderoso de las zancadillas que es el dinero, no pudo impedir que en más de 140 alcaldías y cuatro gobernaciones, robándose Apure, la ciudadanía eligió a sus verdaderos dirigentes para la conducción de sus destinos.
No voy a encerrarme en la maniobrera afirmación de que reasumimos la ruta electoral. No podíamos participar en las presidenciales 2017 abortadas por una Constituyente que no constituyó un coño, salvo el abuso y la violación de la Carta Magna de 1999, porque los símbolos partidistas fueron confiscados, los dirigentes fundamentales inhabilitados, las reglas de juego cambiadas y las burusas en divisas, comprando voluntades para convertirse en comparsa del PSUV. Ni en la Asamblea Nacional del 2021, donde abultaron las curules para satisfacer a los Fermín, Timoteo, Bernabé y los sátrapas que se prestaron para robarse el sacrificio de construir una organización democrática.
Voy a hablar de las victorias, del renacer de la fe y de la esperanza, en cuatro municipios de Portuguesa. Cuatro alcaldes de la dignidad democrática, los que nos volvieron a hacer creer en esa capacidad creadora y decisoria del ser humano que es su libre albedrío, el primer derecho concedido por el Creador, la más grande virtud del hombre. Dos apoyados por la MUD y dos fenómenos, desechados la mezquindad, cuyos liderazgos fueron reconocidos por el único que puede, el soberano, el elector, el que padeció más de veinte años de corrupción, indiferencia, indolencia, incapacidad, desprecio y humillación.
Carlos Barrios, al que la han cobrado caro ese triunfo arrollador. Le quitaron las dos emisoras de radio y ni siquiera, la deuda electoral, la canceló el “malapaga” gobernador que se tiene en Portuguesa. Lo dejaron sin vehículos con una infraestructura convertida en nido de cucaracheros y un parque automotor acabado y desaparecido. Jóbito Villegas, ese campeón de la tenacidad, con fe ciega en el municipio que lo vio nacer, que nunca dejó de caminar sus carreteras y de abrazar a los hogares, hasta que regresó con los laureles de la victoria. Valmore Betancourt, el monstruo como le dijo Eduardo Fernández al felicitarlo por esa glamorosa victoria al convertirse en el alcalde más votado porcentualmente, del país. El viejo Noé que construyó el arca en medio de una llanura donde no llovía con la fe puesta en la voz de Dios que es el pueblo. 22 años duró esa travesía, pero esa constancia le abrió las puertas y los corazones que antes se la cerraban, a esa mano solidaria que nunca miró en colores políticos para tenderla y brindarle una esperanza y un alivio. Y Oswaldo Zerpa, cuya voz truena en el país ante el reclamo de su sector y de su pueblo, con la sinceridad campechana y el compromiso en el pecho para seguir bregando por soluciones que quizás no llegan, pero que su gente sabe que las pelea. Como ciudadano, como dirigente, como político, estoy orgulloso de sus gestiones en este primer año, frente a la mezquindad, el saboteo, el sectarismo de ese ejemplar peculiar del rastacuerismo político que dice gobernar a este estado y a la prepotencia del marido y la mujer que se creen dueños del estado.
Y el Gobernador es un joven aún, que fue fusilado moral y políticamente, que durante dos años no tenía la posibilidad de abrazar a sus hijos, porque la dictadura intentó asesinarlo para sacarlo del juego. Pero su voluntad, su inmensa capacidad de trabajo, con la verdad en la mano y de cara a sus electores, conquistó a sus paisanos barineses, honrando la sangre y la historia de un pueblo de cambios. Ya saben que me refiero a Freddy Superlano, luchador incansable que salió del barro con el ave fénix y fue electo el 21 de noviembre, claramente, por escasa diferencia ante el imperio rojo de ese putrefacto proyecto en el que se convirtió la esperanza de miles de venezolanos y que aún, para desgracia del pueblo, conduce este barco destartalado, en medio de espejismos, hacia más miseria. Maduro y Cabello no podían aceptar esta brutal cachetada que les dio Barinas y con un descomunal abuso de poder, ventajismo, tratando de comprar conciencias, el 9 de enero al repetir la elección, recibieron la más humillante derrota del chavismo-madurismo en todos estos 23 años convulsos.
Motivo de orgullo, pero más de compromiso son. La puesta en movimiento de una política acertada como la escogencia del abanderado presidencial en unas elecciones primarias, sin exclusión, va a culminar con ese culillo que declaraciones como las del capitán del mazo, amenazando con adelanto de elecciones, sabiendo que son una minoría que sabemos que puede ganar, si la soberbia nos carcome como con la experiencia 2015, pero que tiene el sol de espalda. Pero repito, sabemos que son unos bichitos. Sin embargo, existe la voluntad indoblegable de que esta unidad nos conducirá con nuestro Moisés hacia la tierra prometida.

IVÁN COLMENARES

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