Lección de dignidad


Al cumplirse 60 días de las acciones cotidianas y consuetudinarias de los educadores venezolanos, hay que aplaudir con orgullo, a estos conciudadanos que no han cesado de levantar su voz por un salario digno, en lo que, a juicio de muchos, en una crisis que supera a todas las anteriores producidas en revolución, porque ésta trae como consecuencia, que de los nacidos en esta tierra que se quedaron, hay seis millones y medio que sufren de hambre crónica.
Muy destacado es el hecho de que el 95 por ciento de los participantes en estas multitudinarias manifestaciones, son mujeres, las mismas que en las peores condiciones laborales, nunca han abandonado su puesto de trabajo, nunca han descuidado su hogar y muchísimas veces hacen otros oficios, para ayudar a sostener a su familia.
Pero también ha sido una característica histórica en estos dos meses de intensa actividad, el carácter paificista de la protesta, marcada por la no violencia, la misma que protagonizada por Mahatma Gandhi le dio la independencia a su país, la India. Ver a millones de educadores, trabajadores públicos, personal de salud, padres y representantes, dirigentes sociales y políticos, en esta marea humana, tejiendo calles y carreteras del país, para llamar la atención de un gobierno que nació sin el corazón en el pecho, que incluso no escucha ni siquiera a los suyos, que tiene a la Ministra de Educación como una perra de caza, persiguiendo, acosando y despreciando la más gigantesca movilización en busca de un salario digno, se asemeja a aquella larga caminata que lideró Alma Grande, lo que quiere decir Mahatma, de más de 300 kilómetros en protesta porque los originarios de la India no podían producir sal y contra el monopolio británico. El simple hecho de que Gandhi tomara un poco de sal y de agua, generó la revisión de esa medida imperial del Reino Unido.
Hoy más que nunca hay que quitarse el sombrero frente a esa gigantesca manifestación de compromiso, constancia y dignidad del magisterio venezolano, y de los trabajadores de la salud y del sector público. Hay que aplaudir, acompañar y apoyar, la más grande gesta contestataria de todos los tiempos, en esta ocasión, frente a un régimen insensible, indiferente, que se gasta montañas de dinero en estadios, conciertos, congresos de pura paja ideológica donde los chulos ultrosos del mundo vienen a disfrutar de los regalos de Maduro y su combo, del más ruin de los circos mundiales, mientras la familia venezolana se va deteriorando cada vez más en alimentación, salud, vestido, educación, lo que más de siete millones de compatriotas fueron a buscar allende las fronteras, unos con éxitos, la inmensa mayoría con mucho sacrificio,
Como ciudadano me siento profundamente orgulloso de esta epopeya, que cataliza hacia adelante, la esperanza, incendia la llama de la pasión por el cambio en Venezuela y si lo logramos, Dios mediante, estas páginas de sesenta días del 2023, estarán grabadas como uno de sus grandes motivadores.
AL MEDICO EN SU DIA
Cierro este artículo semanal con un elogio a los profesionales de la medicina que la ejercen en esta tierra angustiada por su presente y su destino. Mi amigo Alfredo González en el mensaje a sus colegas, dice que suena a perogrullada repetir la grave crisis que atraviesa el sector salud. “Pero debemos insistir en la denuncia, en reclamar atención, sin abandonar en el empeño, como hemos señalado en años anteriores. Este año se sigue evidenciando el deterioro de la infraestructura hospitalaria. Es grave la escasez de insumos, el funcionamiento de los servicios especiales que tienen años que no funcionan, por ejemplo, en el Hospital Miguel Oraá de Guanare, lo que se repite en todos los centros asistenciales, como Rayos X, Laboratorio, Oncología que tantas vidas ha cobrado por no tener para hacerse una radioterapia, el dramático problema de la recolección de desechos hospitalarios que generan una grave contaminación ambiental por falta de un incinerador, falta de indicadores de salud que están en el suelo. El resurgimiento de enfermedades emergentes y re-emergentes antes controladas, hoy reapareciendo. Estos hechos ocurren en medio de una grave crisis de liderazgo institucional, donde los gerentes de salud solo hacen propaganda de su gobernador o de su partido, usando falsos análisis de los indicadores o alterando las estadísticas, los graves cuadros de desnutrición infantil, la inestabilidad económica, la inseguridad personal y social, la marginalidad creciente, y la constante pérdida de los valores éticos y morales. El médico venezolano, ante esta cruda e incuestionable realidad, está obligado a renovar su fe y sus esfuerzos en las reservas morales del país, para unir su capacidad de lucha a la voluntad y decisión de los venezolanos empeñados en buscarle a Venezuela, soluciones a sus problemas de manera definitiva. «Se ha dicho». IVÁN COLMENARES

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