“Los vicios se aprenden sin maestro”
Thomas Fuller…
La mañana del martes, apenas me ubiqué en una cola para equipar el vehículo de la intermitente gasolina; llega y se va, como los mala paga; empezó una conversación por suerte los que me antecedían y los que llegaban algo desesperados preguntando si iban a echar, ninguno tenía el vicio del cigarro y menos del chimó. No recuerdo de dónde vino el tema de la conversación de casi una hora sobre los problemas originados por el aguardiente, el cigarro y el chimó. Esto me trajo a la memoria un puente peatonal de la hermosa ciudad de Boconó, la entrada al conocido mercado –kaquicare– a donde, desde muy temprano, casi sin salir el sol los moradores de ese sector se reúnen para hablar desinhibidos de cuanto problema se presenta en la vida. Apenas llegué me llamó la atención el piso totalmente manchado de negro y al preguntarle a uno de los labriegos el motivo, la respuesta parecía tenerla preparada, como si iba a escupir para darme la explicación: “Esto es un paradero de habladores todo el día y es raro el que no escupe chimó”
Vicio es vicio y si va en contra de la salud y la estabilidad económica una persona, parece un crimen de cualquier practicante, así, sepa del daño que se está haciendo y eso lo estamos viendo hoy en día, como algo tan natural, que lo han dado en llamar parte de la “cultura”. A cada momento me encuentro con personas, a quienes trato de concientizar del grave daño del cigarrillo tanto a ellos, como a su entorno familiar y algunos salen con algo que les parece una gran noticia: dejar el cigarro para pasarse todo el día con la boca con una “pella” de chimó, como si estuvieran saboreando una barra de chocolate para terminar regando cargadas escupidas, superando muchas veces a unas aves caseras muy conocidas, cuando hacen sus evacuaciones, que si usted no se aparta le salpican el calzado y en muchos casos hay que esperar algunos minutos, mientras estos inconscientes se “asean” la boca con la misma saliva para terminar pasándose la mano, haciendo las veces de pañuelo para poder hablar.
Hasta hace poco, el uso del chimó se veía mayormente en las zonas rurales, en el llano y los andes venezolanos, con muchas excusas y justificaciones, pero ahora en cualquier sitio de las grandes ciudades, vienen reemplazando los venenosos cigarrillos por el nada higiénico residuo del tabaco, con peligrosas preparaciones y en la mayoría de los casos, sin ningún permiso sanitario y cualquiera persona sensata se puede preguntar ¿para qué hace falta? con o sin autorización le están vendiendo porquería y el daño está latente. Los comerciantes y fabricantes les conocen el gusto a los consumidores, ya que, entre más fuerte, parece atraer más y muchos de los principiantes en este vicio, se llevan su susto por una borrachera inesperada, como si estuvieran consumiendo alcohol. Pero también se presentan casos de personas que juegan con la salud al hacer uso del chimó, mientras consumen bebidas alcohólicas, presumiendo una falsa invulnerabilidad frente a este desagradable vicio.
Muchos refraneros dicen, que al pájaro se conoce por la cagada. Algo que, no está muy claro, pero lo que sí, es cierto, es que muchos imprudentes fumadores y “comedores” de chimó se conocen, cuando largan sus bocanadas de humo con su olor pestilente y en cualquier lugar dejan caer su “cagada” faltándole el respeto a los que están a su alrededor. Estos tres vicios se apoderan tanto del ser humano, que, para empezar, no respetan a los hijos, ni la esposa. Nos podemos imaginar el comportamiento con personas, que no tienen ningún vínculo familiar. Menos mal, que en el gobierno del comandante Chávez, el 2 de marzo del 2011, fue prohibido por decreto fumar en los sitios cerrados. Algo parecido debe crear el gobierno en estos momentos para frenar un poco, el uso del chimó, porque se están pasando de la raya. En muchos sitios públicos de mucho acceso de personas, los encargados del aseo y la limpieza en general no quieren abrir los baños, porque les dejan las pocetas y lavamanos inaguantables. Es más, en días pasados, me tomé el atrevimiento de pasarle revista a unos motorizados en una cola de gasolina, como si estaban en un cuartel y de 47 solamente 11 podían abrir la boca tranquilamente sin ser delatado.
Si, usted es fumador y se ha pasado para la otra guillotina, creyendo haber hecho una gracia, debe pensarlo muy bien, ya que, de todas maneras va andar con un olor tan desagradable, como un borrachito, cuando tiene varios días sin bañarse y además va dejar de disfrutar unos de los actos más hermosos de la vida, como es un beso bien correspondido. Recuerde que el genial Charles Chaplin dejó una expresión, que es válida para todas las personas en el mundo: “El día que no sonríe pierde el día” y el día, que enciende un cigarrillo o se mete una “pella” de chimó por allá bien lejos en la boca, está apagando cualquier sonrisa de su vida y contaminando a sus seres queridos, así diga quererlos con un amor infinito.
Narciso Torrealba
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