QUO VADIS/ COSAS DE ESAS

Visité un país parecido al nuestro, quizás más pequeño; solo que la se vivía en paz y armonía. No había gente mal hablada y todos ofrecían modales y una sonrisa oportuna. En las oficinas de servicios públicos, todos eran amables y daban atención inmediata y soluciones a los pocos problemas que la gente presentaba. Los niños iban a sus colegios agarrados de la mano practicando una lengua distinta a la natal, se propiciaba el esfuerzo de sus estudios y ya a corta edad aprendían el respeto a los adultos y cuidar su entorno y la ciudad. Había un orden en el tráfico de vehículos, se respetaba al pasajero y a los transeúntes en las calles. Todos paraban en los rayados peatonales y nadie osaba interrumpir ese orden. Los taxis, autobuses y busetas tenían sus paradas especiales y fuera de ellas, ni peatones ni conductores, hacían caso omiso de su cumplimiento. Las motos y sus conductores portaban sus cascos y solo determinado tipo de estas podían circular con una persona más distinta del conductor. Igualmente, había un corredor exclusivo para los ciclistas y éste no podía ser invadido por vehículos a pesar de que no habían barreras divisorias. Todo respiraba a limpio y pulcritud y esa misma gente no botaba basura a las calles. Habían negocios en donde podías tomar lo que vendían y dejabas el pago en una caja y tomar el vuelto sin que estuviera el dueño. En los colegios y en todos los lugares habían bibliotecas bien dotadas, con diversidad de textos para todos los gustos y necesidades. Me topé con el Alcalde de ese lugar y logré preguntarle cómo habían logrado ese orden y sistema de vivir en una suerte de paraíso. Me comentó que no había sido facil pero que gracias al esfuerzo durante años y que de no haber sido por la lectura y formación cívica de la gente no se habría logrado. Este alcalde enarbolaba como la gran obra y tesoro de esos espacios, la existencia de los libros. Allí se rinde culto a ellos, de hecho cada ciudadano constantemente leía un mínimo de 20 libros mensuales siendo que algunos leían más. Existían tanto librerías privadas como públicas, y en todas se veía un gran movimiento de personas, incluso más que en los automercados. Los valores y bolsas se movían en base a las transacciones estimadas en libros, y las fluctuaciones de la moneda obedecía a la producción estimada de tomos y textos industrializados. Habían diferentes incentivos a estas empresas que contribuían al PIB de ese país, y cada entidad federal era más o menos rica dependiendo del nivel de libros que eran tranasados. Estos eran los que movían la economía y sectores. También habían los mercados populares de libros donde estos podían ser revendidos incluso a un mayor valor que Nuevo dependiendo de su edición, ya que pasaban a ser bienes de inversión. La gente tenían en sus casas sus bibliotecas, y las mismas eran motivo de competencia entre familias adineradas. Ocupaban un gran espacio y ya había hasta un Mercado cripto de Libros. Pero como nada puede ser perfecto, pues también habian los que hurtaban y robaban estos textos, al punto que un gran flagelo lo conformaba una banda que tenía azotada a la sociedad. Se especializan en atracos y secuestros exprés para lograr el pago en Libros que luego eran colocados en el mercado negro, donde obtenían inmensas sumas de ganancias en criptolibros que ese Mercado proveía. Esa industria era tan poderosa que lograba establecer corporaciones especializadas de muy alto contenido intelectual, y quienes gobernaban eran personas cuyos índices de lectura era insuperable. Solo los que se dedicaba a robar y delinquir con los valores de estos libros, conocían de su valor canjeable; al punto de que significaba un gran riesgo a ese país porque esa gran banda lograba tentáculos internacionales donde igualmente se movían y limitaban el acceso a las personas a tener sus buenas bibliotecas y poder instrumentar su buena base de riquezas; aunque ello solo implicaba el valor material de los textos, ya que lo obtenido intelectualmente hacía más riesgo en cuanto a esa banda, ya que a más conocimiento, mayor la posibilidad de ser secuestrado. Sin embargo, las crisis emergentes de otros países vecinos hacia apetecible vivir en este orden de cultura y desarrollo intelectual, donde no todos los inmigrantes eran aceptados y formaban parte como de gente desechable por su bajo índice de lectura. Esto generaba grandes problemas para ingresar a este país que solo con haber leído libros te daba la posibilidad del sueño del intelecto y del conocimiento. Era sencillo pero requería dedicación de la que no había en esos otros países. El primer libro que se exigía como lectura obligada era El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

Rafael García González

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