A través del tiempo permanece una querella sobre quién fue el primero en desobedecer a Dios; unos dicen que fue Adán, otros aseguran que fue Eva y algunos, hasta llegan a afirmar que fue la serpiente. Más allá de quien pudo haber sido, en primer lugar está el hecho de que luego de la creación de los cielos y la tierra, Dios creó al hombre; lo formó del polvo de la tierra y sopló aliento de vida para que fuese un ser viviente; pero, estaba solo.
Hoy en nuestras Reflexiones en Familia, compartiremos una valiosa porción de la palabra, que en el capítulo 2 del libro de Génesis, versículo 18 de la versión Reina-Valera 1960, nos dice: «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él».
Amados, idóneo es algo adecuado y apropiado para complementar algo más; es sinónimo de conveniente, ideal u oportuno. Ayuda, es la acción y efecto de ayudar; auxiliar, prestar asistencia, apoyar, entre otros. En referencia a esto, podríamos decir que la «ayuda idónea» es un apoyo adecuado y beneficioso. En la Biblia, «ayuda idónea» encierra el apoyo de parte de la mujer para el complemento del esposo, para que ambos trabajen en unidad desde las labores domésticas hasta el crecimiento espiritual, pasando por lo emocional y lo afectivo, para lograr integridad en Dios en el hogar.
Dentro de una mayoría del pueblo cristiano hoy día, la traducción que se le da a la «ayuda idónea» es injusta; porque, la mujer no es una añadidura secundaria, sino una fuerza fundamental que contribuye a la realización plena del hombre cristiano, en armonía con el plan de Dios; pero, defensivamente achacan esto, a que cuando Dios le preguntó a Adán por qué comió del árbol, Adán desligándose del error, dijo: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí». Y acto seguido, la ayuda idónea se convirtió en inapropiada; porque es más ventajoso y menos vergonzoso, culpar a otros.
Queridos hermanos, que la mujer sea una ayuda idónea, no significa que la mujer debe someterse como esclava del esposo; porque el matrimonio cristiano no es una relación de supremacía o de control, sino de amor y respeto mutuo. En el matrimonio cristiano no se trata de que el esposo sea el jefe y tenga siempre la razón, y que la esposa sea la obrera; sino que ambos sean un equipo que trabaje unido para glorificar a Dios; o sea, ser una ayuda idónea, es mucho más que ser una jornalera que se encarga solo de las labores domésticas. No pases a creer que el hombre es imperfecto, más bien que es incompleto para los propósitos para los cuales Dios lo creó; por lo cual, le dará una ayuda adecuada que sea equitativa con lo que necesita, y que al colocar a la mujer como esa «ayuda», no está deshonrando a la mujer ni posicionándola en un lugar secundario, como algunos pudieran pensar; sino que por el contrario, la coloca como ese complemento ideal del hombre, para cuidar de su propio huerto del Edén: el hogar.
Hoy tenemos que evaluarnos y reconocer que muchas veces hemos sostenido un discurso de depreciación de la mujer cristiana; y que ese análisis nos lleve a identificar e igualmente asumir, que se ha tenido un modelo un tanto machista y patriarcal. Toda iglesia está compuesta por miembros de la sociedad, por lo que muestra debilidades y fortalezas; así que, debemos apoyarnos en el Espíritu Santo de Dios, para que desde esas fortalezas aprovechemos cada oportunidad, para restaurar lo que hemos hecho mal.
«Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios. Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito. Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó, también los llamó; a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó». Romanos 8:26-30.
Hoy, amado hermano y amigo, te pido que multipliques esta reflexión, ya que puede ser una ayuda oportuna para subsanar una falta. Proverbios 28:13 nos recuerda: «El que encubre sus pecados no prosperará; más el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia».
¡Bendiciones para todos!
Ayuda idónea
