PARÍS.- Entre 2020 y 2021, la escasez de anticonceptivos en el continente americano provocó 1,7 millones de embarazos no planificados y miles de muertes maternas e infantiles. Estos medicamentos dan la posibilidad de salvar y de permitir vivir vidas deseadas, pero también generan mucha desconfianza.
Decidir si tener hijos o no, cuántos y cómo, es posible, en gran parte, por la existencia de una amplia variedad de métodos anticonceptivos. Existen los conocidos métodos barrera, como los preservativos; los métodos irreversibles, como la vasectomía o la ligadura de trompas, y finalmente los métodos hormonales, que van desde las píldoras diarias hasta los implantes subcutáneos o los DIU.
Sin embargo, el acceso a estos métodos no es universal. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), entre 2020 y 2021 hubo necesidades insatisfechas de anticonceptivos entre el 14 y el 17,7% en el continente americano. Esta escasez tuvo consecuencias directas sobre la vida y salud de muchas mujeres y personas con capacidad de gestar: 1,7 millones de embarazos no planificados, por ejemplo. Además, la falta de anticonceptivos desencadenó también la muerte de 2.700 gestantes y de 38.000 niños y niñas.
La principal razón detrás de esta escasez fue la interrupción de muchos servicios de salud a raíz de la pandemia de Covid-19, pero otros motivos siguen dificultando el acceso a anticonceptivos de forma persistente, como el estigma, el precio, la falta de educación sexual o la distancia de centros de salud y farmacias.
¿Desconfianza real o infundada?
Los anticonceptivos hormonales tienen efectos secundarios: la alteración del ciclo menstrual para evitar que se genere el óvulo y así evitar el embarazo puede repercutir en la aparición de acné, por ejemplo, o en la forma en que nuestro cuerpo retiene líquido, dando la sensación de que engordan. Algunas mujeres reportan cambios de humor al tomar la medicación, ya que las hormonas regulan cómo nos sentimos, aunque los estudios científicos todavía no han hallado evidencia concluyente de que ese vínculo suceda.
Sin embargo, como ha sucedido en muchas otras ocasiones, los síntomas, dolencias o efectos que tienen los métodos anticonceptivos suelen desautorizarse al afectar a mujeres. Además, los medicamentos hormonales muchas veces se usan para tratar otros problemas como los dolores menstruales, mientras que muchas mujeres defienden que la solución a estos dolores pasan por más investigaciones y tratamientos, y no por el uso de anticonceptivos.
Estas formas de aproximarse a los anticonceptivos han contribuido a generar desconfianza alrededor de estos medicamentos hormonales y a acrecentar algunos mitos que existen, como que estos medicamentos provocan la infertilidad a largo plazo. Si bien es cierto que el cuerpo puede necesitar un par de meses para recuperar su ciclo habitual al dejar el tratamiento, es rotundamente falso que la fertilidad quede afectada más allá de eso.
También preocupa especialmente la posibilidad de que la píldora provoque cáncer. Hay estudios que registran un leve aumento de riesgo de sufrir cáncer de seno y cáncer de cuello uterino en personas que toman o tomaron anticonceptivos. A la vez, más literatura científica encuentra que disminuye el riesgo de cáncer de endometrio o cáncer colorrectal.
En este sentido, es clave recordar que las cifras indican correlación, pero no necesariamente causalidad. Es decir, nos muestran que las personas que tomaban anticonceptivos tenían un riesgo mayor de cáncer, pero no explican necesariamente que la causa del riesgo fueran los tratamientos hormonales.
Un claro ejemplo es el caso del cáncer de cuello uterino, provocado por el Virus del Papiloma Humano (VPH). Una de las teorías que explicaría el aumento del riesgo es que las personas dejaran de usar preservativo, el único anticonceptivo que también evita enfermedades de transmisión sexual, al estar tomando la píldora.
F24/