Nadie pude negar que la reapertura de la frontera colombo-venezolana es algo beneficioso para ambos países. Obviamente que lo es, porque lo normal es que las fronteras estén abiertas para que el intercambio comercial y el flujo de personas se realice sin otras restricciones a las establecidas en las leyes y los tratados internacionales.
Lo insólito de este caso, es que luego que Maduro durante 7 años mantuvo cerrada unilateralmente la frontera con Colombia, por sus caprichos, diferencias ideológicas, teorías conspirativas y discusiones estériles con el ex presidente colombiano Iván Duque, ahora quiera mostrar al mundo y a los venezolanos que la reapertura es un logro importantisimo de su gobierno, ¡Santo Dios!.
Definitivamente que esa frase que siempre menciona el periodista Grosman Parra: «El socialismo, primero te rompe las piernas y luego te da las muletas para que se las agradezcas», no puede ser más acertada, para reflejar la infamia de estos malhechores.
Las consecuencias de cerrar la frontera fue la muerte de cientos de venezolanos en las trochas que, en medio de su desesperación por huir de la hambruna provocada por el pésimo desempeño en materia económica de su nefasto gobierno, cayeron en manos de las bandas criminales que dominaban los pasos irregulares.
Grupos guerrilleros armados, según denuncias del gobierno colombiano, operan bajo la protección del gobierno venezolano, con total impunidad en la zona fronteriza. Dominan el contrabando, el tráfico de armas y de droga, de donde obtienen grandes ganancias, que muy probablemente son compartidas con algunos funcionarios del gobierno venezolano.
El cierre de la frontera se convirtió en el negocio de estos corruptos que, en medio de su ambición, condenaron al cierre de miles de empresas, pérdida de empleos. Esto no puede tener perdón, como tampoco puede tenerlo que se haga una fiesta por la reapertura de la frontera, sobre los cadáveres de los venezolanos que perdieron sus vidas en el río Táchira. Hoy bailan sobre los muertos sin remordimiento alguno, pero más temprano que tarde les llegará la justicia.
Por Froilán Sánchez