Concluido el siglo XX conocido por ser el más letal en la historia de la humanidad, al desarrollarse lamentablemente eventos globales como pandemias, guerras mundiales y locales, cuyo resultado derivaron en la muerte de más de 100 millones de seres humanos, proliferación de armas nucleares, y en el envilecimiento de la vida en el planeta, se pensó que para el tercer milenio el género humano merecía un mejor destino.
Afortunadamente creció simultáneamente una comunidad internacional promotora del desarrollo económico y tecnológico en el contexto de la globalización, con una asignatura pendiente, atender la desigualdad creciente entre el paralelo norte y el paralelo sur. Por otra parte, debemos señalar que esta evolución del comercio mundial conoció igualmente el desarrollo institucional y político de las libertades democráticas, las cuales se enfrentan a países cuyos modelos autoritarios son la rémora que los pueblos amantes de la libertad pretenden dejar en el pasado.
En esa dirección la comunidad internacional desde inicios del siglo XXI se planteó loables metas de desarrollo sostenible, que permitan equilibrar la desigualdad económica entre países ricos y países pobres, disminuir sustancialmente la pobreza, se generen empleos decentes en los cinco continentes, se proteja la naturaleza y logremos el planeta tierra que todos merecemos.
En esa perspectiva la pandemia del COVID 19 desde 2020 nubló parcialmente las esperanzas de un mundo mejor, esta situación dio pie a que la ciencia una vez más produjera los antídotos para derrotar el letal virus, que hasta hoy registra un saldo mundial de un poco más de 6 millones de fallecidos, aun así, los inicios de 2022 anunciaban el arranque de la recuperación.
Lamentablemente el alivio duró poco al salir de las cavernas de la historia un espécimen tiránico de inspiración similar al autor de Mein Kampf, esta vez proveniente de la Federación Rusa pretende arrodillar al mundo democrático para sentar las bases de un “nuevo orden mundial” aplastando a su vecina Ucrania.
Afortunadamente las voces disidentes internamente en Rusia rechazan la invasión y exterminio del pueblo ucraniano, a tal extremo que más de 300.000 ciudadanos rusos prefirieron huir de su país a servirle a los disparates del dictador Putin, quien pretende esconder la derrota militar de la invasión apabullando con misiles a una nación que decidió valientemente defender sus vidas y su soberanía.
La tragedia del tirano es que no consigue equiparar sus objetivos políticos con sus objetivos militares. Sus metas de renacer la URSS o la Rusia de Pedro el Grande se han ido por la cañería de humillantes derrotas en el frente de guerra. Por ello su ira como respuesta con cientos de misiles contra la crucificada Ucrania, cuyos hombres y mujeres han hecho morder el polvo al “segundo mejor ejercito del mundo”, aun cuando haya cambiado de comandante del ejército invasor en 3 ocasiones en casi 8 meses de guerra.
Los delirios de grandeza le han conminado a amenazar con bombas nucleares, clara señal que su mente puede llevarlo a cometer un genocidio del cual no pueda recuperarse la humanidad, ya que una confrontación nuclear pudiera llevarnos a la edad de piedra. Por tanto, ¿cuál sería la solución? Como dijera esta semana claramente la primera ministra de Finlandia Sanna Marin, “simplemente que las tropas rusas se retiren de inmediato de Ucrania”.
Del resto sabemos que la justicia global enjuiciará a los criminales de guerra por las atrocidades cometidas contra una nación libre y soberana, en el siglo XX se iniciaron estos procesos con los juicios de Nuremberg (1946), Tokio (1947), luego en el siglo XXI en la Haya con los acusados en la guerra de los Balcanes, esperando el turno a su debido tiempo con los criminales de la Federación Rusa encabezados por el actual tirano Vladimir Putin por la invasión a Ucrania, Chechenia y Siria
Finalmente, en su entorno también deben incluirse los que en tierras lejanas han sido cómplices de sus fechorías contra pueblos indefensos, como es el caso en Latinoamérica de los de su misma estirpe, Nicolas Maduro, Diaz Canel, Evo Morales y Daniel Ortega, galería de tiranos a quienes la justicia internacional los mantiene en lista de espera.
Froilán Barrios Nieves