De visita por la zona andina, (Trujillo) por razones de trabajo; recorría esa distancia provisto previamente de unos cuantos litros de gasolina bachaqueda para poder regresar, tal como me habían comentado que por allá no llega gasolina. Al realizar esa travesía, pude observar cómo en cada pueblito después de Barquisimeto, y en esa extensión del estado Lara, se ve la tristeza de una Venezuela real y ensimismada en miradas perdidas sin saber a dónde. Igual me ocurría con los pueblos de Flor de Patria, PanPan, Pampanito y Valera. La primera auscultación de adornos navideños en una antesala que sólo ve luces de gala, pero que no se siente la alegría y alborozo de unas fechas que están llenas de ese sabor y olores distintos.
Pareciera que el covid nos arrancó esos placeres del gusto y el olfato, y el calibrador de estos días es precisamente esa incertidumbre de que no hay gasolina, que no alcanza la plata para los estrenos, y menos aún; como haremos para las hallacas. Ya de por si, los famosos aguinaldos han comenzado a ser reembolsados por parte del gobierno, con la alegria de esa tristeza al darnos cuenta que son sal y agua. Esa semblanza de esos pueblos, más los que se suman el de nuestro estado Portuguesa, conforman la veracidad de las realidades fuera del contexto de esos flayers de felicidad o del uso de la IA, más allá de las fastuosas fiestas convocadas en nuestro estado para celebrar fechas fe la iglesia sin haber ido a misa.
Es el rostro de una Venezuela del siglo XXI, sin promesas pero abatida; queriendo engañarse con discursos y referenda de consulta sobre un Esequibo que es más una bandera política que la inefable circunstancia de quererlo como nuestro.
Estás alegrias tristes, nos convocan a ser reflexivos y críticos, a buscar lo que si se nos ha perdido en la dignidad de ser venezolanos. A convocarnos a decir no ante tanto atropello y falta de liderazgo, a requerir de nuestros gobernantes que hagan algo por la gente que se mira sin esperanzas y sin rumbo. Es tiempo de que por primera vez en mucho tiempo, hagan un Mea culpa y reconozcan que han obrado en detrimento de un país que lo tiene todo pero que ha sido saqueado entre gallos y media noche. Donde la deuda externa e interna ni siquiera tiene parámetros de ser discutida; donde más allá de esas sanciones tan cacareadas, sucumben ante el despilfarro y corrupción de miles de millones de dólares usurpados por élites de enchufados y protegidos, sin que haya rendición de cuentas. Es necesario que nuestros líderes (si acaso lo son), asomen un ápice de moralidad y buena fe, dando paso al respeto y consideración para aceptar que son parte del problema. Vemos en otros países como existen gobernantes que ante la necesidad de la nación, ponen sus cargos a la orden para que se reorganice el Estado y pueda sanear los entuertos. Es necesario buscar la ética y la moral, rescatar valores únicos del gentilicio nacional que nos deviene de esa casta de grandes hombres de la Patria. El país todo, pide a gritos un paso al frente de esta dirigencia política gubernamental que esté a la vanguardia de la historia y vea con hidalguía las profundas fallas de un sistema de gobierno que solo ha servido para destruir al país en su desarrollo, en sus esperanzas y ha permitido uno de los desplazamientos más grandes de la historia, al ver cómo cada día más venezolanos se marchan a otros países, rompiéndose la fortaleza de toda sociedad, como lo es la familia.
No creo en utopías ni en legados de formación uniforme, debemos regresar a los tiempos de la luz y de la universidad formadora de mentes y grandes ideas. Dejémonos de temer al conocimiento y al desarrollo; volvamos al mérito de la obtención de un título profesional y no a esta fiesta de togas y birretes sin esencias. Miremos a esta alegria triste, cada vez que se pida querer al país. La historia espera por eso.
Rafael García González.