EUDAIMONIA

El crisol de la Patria, sumergida en decadencia, virtudes republicanas parece haber tocado fondo. El hambriento utilitarismo en el que se fue sumergiendo dio resultados, y parece haber revelado lo que la inmensa ignorancia velaba: dogmas retrógrados y desprecio por el conocimiento y las lecciones dejadas por la historia de la humanidad. Los esfuerzos por forjar una sociedad justa desaparecieron, los intereses particulares contra la ley en detrimento de lo colectivo resultaron en el quebrantamiento del espíritu republicano y del vínculo social. Las miserias humanas, el individualismo y los desequilibrios económicos crearon una sociedad de individuos ávidos de material para su propia subsistencia, sin importar la ajena. Cambió eso que fue, el mal ejemplo de quienes investidos de autoridad otorgaron base justificativa al fin a través de medios ilegales. La aceptación del apetito social, cuyos complejos los hicieron presa de sus resentimientos, contra ley no transitaron el camino escarpado para hacerse de riquezas, sino que lo hicieron por el sendero corto, reflejando al virtuoso como tonto y no digno de ejemplo. El desvanecimiento de la majestad del Estado debilitó la seguridad del pacto social y su estructura, creando parcelas de poder y una sensación de opresión más que de seguridad y percepción de justicia. Abandonados a su suerte, muchos sufren angustias y miedos en silencio al solo pensar en dejar su morada y enfrentar lo que les queda por llamar vida. Sumado a ello, no ven justificado el esfuerzo digno que permita masticar algo nutritivo, en cambio, tragan lo que más que con dinero se debe pagar con dignidad. El Glorioso Bravo Grita: «Pero mírame a los ojos, también soy humano y tengo autoconciencia. No eres lo suficientemente pobre como para recibir de ti una limosna. Vete, Dionisio, y déjame mis cenizas. Yo reviviré mis muertos y echaré tierra a tus vivos, total, más que esencia, soy ser y estoy en mi tiempo, y con solo mi sangre me basta para alimentarme. Tu tiempo pasó, y sé que fue breve. Ya vendrá otro que, como para todos, también será breve. Tumulto de la historia, mi libertad la tengo en mi interior. He mantenido mucha calma en medio de tus tormentas, en medio de la adversidad de tu opulencia. Acepté yo ese destino, acepta tú el tuyo. No podré yo donarte mi resiliencia. Sábete que la felicidad es un estado interno y no otorgado por riquezas. Lo que en tu tiempo no pude cambiar, lo acepté con gracia en medio de mi eudaimonia. Acepta ahora tu cosecha, tu destino. Ya vete.».   

ABDEL FAKES

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