NUEVA YORK.- Después de más de una década de discusiones, países de Naciones Unidas lograron un acuerdo para proteger las aguas internacionales, revertir la pérdida de biodiversidad marina y asegurar el desarrollo sostenible. Aunque no se conocen los detalles del texto legalmente vinculante, este será adoptado una vez que pase las revisiones jurídicas y sea traducido a los seis idiomas de la ONU.
Se trata de una jornada calificada de «histórica» por los activistas medioambientales, que pone fin a 15 años de discusiones y fija el rumbo hacia el objetivo de salvaguardar al menos el 30 % de los océanos para el año 2030.
«El barco ha llegado a la costa», celebró una agotada Rena Lee, presidenta de la conferencia, al anunciar el acuerdo para la protección de las aguas internacionales en la sede de la ONU en Nueva York. Un consenso que llegó tras una última ronda de negociaciones maratonianas, que iniciaron el 20 de febrero y se extendieron más allá del cierre previsto el viernes, con hasta 35 horas seguidas de conversaciones.
El pacto sienta las bases para el establecimiento de áreas de protección en altamar, área que comprende aquellos sectores de los océanos más allá de las zonas económicas exclusivas de los países (ubicadas en el espacio de hasta 200 millas náuticas o 370 kilómetros desde las costas).
Estas aguas que no recaen en la jurisdicción de ninguna nación representan el 64 % de los océanos del mundo y casi la mitad de la superficie terrestre.
Pese a su vital importancia -ya que los ecosistemas oceánicos crean la mitad del oxígeno que respiran los humanos y absorben gran parte del dióxido de carbono-, estas áreas han sido gestionadas bajo acuerdos y organismos internacionales sin una jurisdicción clara, con escasa coordinación y normas inadecuadas.
De ahí que los expertos alerten sobre la contaminación, la acidificación y la sobrepesca como las principales amenazas para los ecosistemas de altamar.
En concreto, según el último reporte de la iniciativa Protected Planet en 2020, solo el 1,2 % del altamar está bajo protección. Y para la ONG ambientalista Greenpeace deberían resguardarse 11 millones de kilómetros cuadrados de océano cada año hasta 2030 para alcanzar la meta de salvaguarda del 30 %, fijada en Montreal en diciembre pasado.
El texto final, a la espera de revisiones legales y traducciones
El acuerdo se adoptará de manera definitiva una vez que haya pasado las revisiones de abogados y sea traducido a los seis idiomas oficiales de la ONU. Aunque puede sufrir alguna alteración, ya no está sujeto a modificaciones sustanciales. «No habrá reapertura ni discusiones de fondo», sentenció Rena Lee.
Algunos miembros, entre ellos Rusia, no descartaron solicitar retoques en algunos puntos, alegando las duras condiciones de las horas finales de negociación y la salida de algunos de sus expertos antes de que definiera el documento.
El anuncio del pacto fue celebrado con fuertes y prolongados aplausos de los delegados en Nueva York y fue recibido con alegría por los activistas medioambientales.
«Este es un día histórico para la conservación y una señal de que en un mundo dividido, proteger la naturaleza y a la gente puede imponerse a la geopolítica», destacó Laura Meller, de la organización ecologista Greenpeace, a la vez que pidió que el tratado sea ratificado «lo más rápido posible» por los países.
En la misma línea se expresó Liz Karan, directora de la campaña para los océanos de la organización Pew Charitable Trusts, quien reclamó que «los Gobiernos y la sociedad civil» aseguren una entrada en vigor rápida y la implementación efectiva del pacto «para salvaguardar la biodiversidad en altamar».
El reparto de los beneficios, punto clave de las negociaciones
A la cabeza de las dificultades para lograr el acuerdo estuvo el reparto de los beneficios del mar, que pusieron una vez más en evidencia el debate sobre cómo lograr una equidad entre el Sur global más pobre y el Norte más rico.
Los países en desarrollo, con menores recursos para costear las investigaciones, han reclamado no quedar excluidos de las potenciales ganancias que pudieran resultar del descubrimiento y la comercialización de sustancias marinas hasta ahora desconocidas.
En particular, la discusión se centró en los recursos genéticos marinos, especies que pueden brindar genes patentables en el futuro, por ejemplo para su uso en medicina o en biotecnología.
En una medida vista como un intento de generar confianza, la Unión Europea prometió en Nueva York una contribución de 40 millones de euros al Programa Global de los Océanos e instó a otros integrantes de la Coalición de Alta Ambición -compuesta por 52 países del mundo que cooperan en la materia- a que también destinen fondos.
Previamente, en la conferencia Our Ocean celebrada en Panamá hasta el viernes, el bloque europeo había anunciado una partida de 860 millones de dólares para investigación, monitoreo y conservación de los océanos en 2023.
La ministra de Exteriores panameña, Janaina Tewaney, señaló además, que entre los países participantes prometieron un total de 19 mil millones de dólares, producto de «341 nuevos acuerdos».
«Ahora podemos finalmente pasar de las palabras a un cambio real en el mar», deseó Meller, de Greenpeace. Un cambio real urgente y necesario para la preservación del planeta.
EFE/ Reuters/ AFP/