27-F-89: LA RUPTURA DEL CONSENSO PUNTOFIJISTA (2 de 2)

Hasta el 27 de febrero de 1989, por largos años, el pueblo de Venezuela fue acumulando rabia, frustración y desilusión frente a los discursos vacíos de quienes se atribuían representarlo en medio de un cuadro de miseria, derroche consumista, demagogia, nuevoriquismo y corrupción impune, entretanto las expectativas populares se mantenían insatisfechas, a pesar de los altos y constantes ingresos petroleros. Para Enrique Alí González (en su análisis «Estilos de saqueo y cambio cultural»), «si quisiéramos sintetizar en una sola palabra lo que sucedió durante el mes de febrero pasado, la más adecuada sería: saqueo. El término “saqueo” ilustra con precisión en la mentalidad de los venezolanos el “febrero blanco de 1989”. Cantidad de imágenes y de palabras brotan al solo oírla. Pero es adecuado tratar de organizar sus significados con el objeto de realizar un análisis minucioso de sus repercusiones sociales. Se efectuaron cinco tipos de saqueo: “el saqueo a la esperanza, el saqueo a los bolsillos, el saqueo a quienes tienen más (en todas las gradaciones posibles), el saqueo a la vida y el resaqueo a los sectores populares”».

Frente a la incómoda situación padecida por el ministro de relaciones interiores, Alejandro Izaguirre, en cadena nacional de radio y televisión, el gobierno optó por la figura del ministro de la defensa, el general ítalo del Valle Alliegro, quien hará el rol de garante ante el país de la restitución del orden más que el mismo presidente Pérez. Hay que mencionar, además, que los antecedentes represivos del régimen puntofijista, traducidos en desapariciones forzosas y asesinatos selectivos de dirigentes políticos y sociales durante las décadas de los 60 y los 70, cuyo máximo delito fue luchar por hacer de Venezuela una nación verdaderamente democrática y soberana, se renovaron con la represión ordenada contra los sectores populares. Los allanamientos hechos en los barrios caraqueños y de otras poblaciones en búsqueda de los enseres y  productos de primera necesidad saqueados en la fase inicial de la explosión social del 27-F dieron paso a un reciclaje del saqueo cuando funcionarios de distintos niveles se apropiaron de éstos, como botín de guerra, en una clara demostración del tipo de mentalidad que tenían en relación con el respeto al cumplimiento de las leyes y la justicia. 

Al revisar la respuesta punitiva del gobierno de Carlos Andrés Pérez, el editorial de la revista SIC del mes de mayo de 1989 concluyó que «el objetivo no era controlar la situación sino aterrorizar de tal manera a los vencidos que más nunca les quedaran ganas de intentarlo otra vez. Era una acción punitiva contra enemigos, no un acto de disuasión dirigido a conciudadanos». Por su parte, en su obra «27 de febrero de 1989: Interpretaciones y estrategias», el sociólogo Reinaldo Iturriza López afirma: «Había que lograr que los vencidos no tuvieran la experiencia de haber ganado una. Que esa semana se les clavara a fuego; no como el día que se adueñaron de la calle y compraron sin pagar, sino como las noches terribles e interminables en que llovían sin tregua las balas y se vivió agazapado en completa indefensión». 

Como lo reflejó en aquel trágico año un comunicado de la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela (UCV) es tarea «recordar, hacer memoria y enjuiciar a quienes convirtieron al país en una presa codiciada para la depredación es imprescindible para cambiar el orden impuesto al país y establecer como objetivo estratégico fundamental garantizar óptimas condiciones de vida para todos los ciudadanos». En ese sentido, deberíamos deslastrarnos de los lugares comunes al referirnos a la explosión social que hemos denominado el Caracazo o el Sacudón, de manera que su comprensión sirva para escudriñar adecuadamente el presente y anticipar, en todo lo posible, un mejor futuro para todos los venezolanos y no únicamente para un bloque de poder.

HOMAR GARCÉS

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