Ayer 5 de diciembre celebramos el Día Internacional de los Voluntarios, una fecha que busca destacar la significativa labor que realizan quienes de forma desinteresada, “tienden un puente” en favor de las personas y zonas del mundo que lo estén requiriendo.
El ser voluntario significa ser diferente al resto, porque ayudar a quien lo necesite va a cambiar tu vida haciéndote más humilde, más compasivo, más sensible, más comprensivo, más amoroso; por ello, ser voluntario es ser diferente.
En nuestras Reflexiones en Familia de hoy, vamos a compartir una maravillosa porción de la palabra de Dios, que en Marcos 10, versículo 45, de la versión Reina-Valera 1960, dice: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Queridos amigos y hermanos, según el Diccionario del Estudiante RAE, voluntario es «dicho de una persona que ayuda por propia voluntad en actividades de carácter social o humanitario, generalmente llevadas a cabo por una organización».
En la Biblia, un servidor es alguien que busca hacer la Obra de Dios y que se caracteriza por ser honesto y entregado, y siempre reflejando el amor de Cristo ante quienes necesitan ayuda. De allí, que el punto en común es ayudar.
¡Servir voluntariamente a los demás, es reflejo del amor de Dios!
El servicio del cristiano brota del amor genuino de Dios hacia quién Él permite y nos da la oportunidad de ayudar. Jesucristo es el ejemplo perfecto de servicio, al mostrar que no había venido para que le sirvieran, sino para servir al pobre, al pecador, al maltratado, al desvalido y a cualquiera como nosotros.
A la par, ocuparse como voluntario no es una tarea fácil; pero sí muy gratificante, y ayudar al prójimo generosamente, nos puede convertir en una vasija útil para Dios y multiplicadores de su infinito amor. ¡Ser voluntario, es ser un servidor!
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir”. Hechos 20:35 (Reina-Valera 1960).
Hoy día, muchas personas dan ayuda al necesitado como reflejo de ese valor tomado de Dios y sin esperar nada a cambio, únicamente con el deseo de llevar esa mano amiga o simplemente por la satisfacción que se siente al asistir a quien necesite. En este mundo tan atribulado debemos llenarnos diariamente del amor de Dios, renovándonos espiritualmente para recibir una doble porción de su infinito amor y así, poder llevarlo a los demás.
Extendamos la mano para ayudar cuando veamos una necesidad; pero, si te cuesta hacerlo, acepta a Cristo en tu corazón y recibirás su inagotable amor, para poder amar al prójimo como a ti mismo.
Amados amigos y hermanos, Walter Reuther, quien fue uno de los líderes obreros más influyentes de Estados Unidos de América, fue también un defensor voluntarioso de los derechos civiles, y en una oportunidad dijo: “No hay mayor favor que servir a tu hermano, y no hay mayor satisfacción que hacerlo bien”.
“Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien”. 2 Tesalonicenses 3:13 (Reina-Valera 1960).
¡Bendiciones infinitas para todos!