Un amigo muy apreciado, a mediados de diciembre me comentaba a través de un video llamada, que andaba «en carro nuevo; pero con cauchos lisos». Me dijo que sus negocios marchaban bien y le reportaban buenas ganancias; pero la relación con su esposa estaba «por el suelo» y salpicaba a sus hijos; razón por la cual, él sentía en su corazón una gran culpa, y todo eso era por su apego desmedido al alcohol. Rápidamente acudí a nuestro Manual de Instrucciones, la Biblia, y tanto a él como a mí, Dios nos habló con amor.
Hoy en nuestras Reflexiones en Familia, quisiera compartir esa poderosa palabra que Dios permitió leerle a mi amigo, y que, en el Libro de los Proverbios, capítulo 4, versículos 25 al 27 de la versión Reina-Valera 1960, dice: «Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal».
Queridos amigos y hermanos, humanamente tenemos la mirada puesta en las cosas del mundo porque es nuestra naturaleza; pero la Palabra nos exhorta a mirar hacia Cristo, y Él dirigirá los pasos de nuestra conducta por el camino recto; es decir, que las cosas que no tienen una valía real en nuestra vida y en comparación con las cosas de Dios, sean quitadas de delante de nosotros.
¡Para mirar hacia lo que tenemos por delante, hay que tener los ojos fijos en Jesús!
Parte del mensaje que Dios dispuso para mi amigo y para mí, está en la importancia de ver dónde estamos y hacia donde nos dirigimos; diferenciar entre el buen camino y el mal camino, y de esa manera poder tomar la ruta que conduce hacia la victoria; igualmente, la confianza depositada en Jesús es parte de la garantía de esa victoria, y es por ello que debemos estar alerta en nuestro caminar, calculando bien las pisadas para que sean seguras y fuertes.
“Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado”. Hebreos 12:12-13 (R-V 1960)
Tal como a mi amigo, el mundo ofrece caminar en medio de una senda resbaladiza, que no nos lleva hasta Dios; y que, para satisfacer los deseos lascivos de ese camino, el transporte tiene como «caucho de repuesto» la vanidad, la codicia y todo lo que conduce al pecado.
¡Escojamos el camino recto y no nos desviemos a ningún lado!
Amados, podemos mantener nuestros pies bien firmes y alejados del mal, solo viviendo conforme a la Palabra de Dios, alejándonos de cualquier cosa que nos pueda apartar de su voluntad. No debemos permitir que las distracciones y provocaciones del mundo nos hagan perder de vista nuestras prioridades y nos alejen del camino correcto; pero tenemos que estar convencidos y dispuestos a apartarnos de todo mal.
Es de gran importancia que para transitar por el camino recto, estemos acompañados por buenos compañeros de viaje que nos ayuden al momento de un desliz. Reflexionemos y veamos lo que refleja el espejo de esta enseñanza, ayudemos a quien resbale; pero eso sí, siempre en línea con la voluntad de Dios.
¿Cómo es tu reacción cuando un hermano resbala?
Debemos recordar hermanos y amigos todos, que como miembros de la gran familia de Dios tenemos asignaciones y responsabilidades, y que, entre estas, está el acercarnos a un hermano que haya resbalado y ayudarlo a retomar su camino.
«Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados». Santiago 5:19-20 (R-V 1960).
¡Bendiciones infinitas para todos!