QUO VADIS/ UN DOMINGO, LA FELICIDAD

Voy a atreverme a reflexionar sobre este tema tan discutido y analizado por psicólogos, filósofos, eruditos, poetas, cantores y el populacho como yo.
La felicidad definitivamente entendida, es un estado de ánimo en desconexión con las preocupaciones. De ello, nuestra etapa de vida más feliz, es cuando somos niños, porque aún y cuando vemos estados de pobreza en muchos de nuestros barrios y poblaciones aledañas, allí se hace presente la inocencia infantil, con sus sueños y aventuras in psiquis, que generan el juego y sus sonrisas. De allí que en principio, podría decirse que estar feliz es sonreír. Empero, hay estados de felicidad cuya emoción nos generan llanto o lágrimas animosas de ese sentir humano.
Prosiguiendo en este intrincado tema, la felicidad corresponde a una cognición humana que transversaliza al mundo. Es un furor, es conexión de distancias y de egos. Es intangible y siendo un estado mental, podríamos decir que es exclusivamente humana. Así, lo que vemos en animales afables y armoniosos, no es para nada nuestro concepto de felicidad; obviamente, ellos pueden hacernos felices, pero eso lo sentimos nosotros, no se puede humanizar a nuestras mascotas, ellos interactúan por otras condiciones en su esquema cerebral el cual está desprovisto de raciocinio; de dónde entonces, la felicidad es un acto eminentemente humano, aunque usted quiera pensar que su perro, su gato o cualquier mascota es feliz viviendo a su lado.
Ahora bien, este estado de felicidad, ya dijimos que se encuentra desconectado de la realidad y es distinto a la satisfacción de saciar el hambre, o comprar un carro nuevo o cualquier otra cosa material. La felicidad va más allá del ego y configura una motivación aún en la soledad de un ser humano.
Cosas sutiles como un grato recuerdo nos dan felicidad, aunque sea una añoranza de un ser querido que ya no está, pues en contra sentido a la tristeza, está el sentirnos felices por esos recuerdos compartidos en vida.
La felicidad se transforma con el tiempo, viaja a veces de la mano del amor de pareja y nunca pierde su visión hacia los hijos. Es la gracia plena, que conmemora el extasis de diferentes estados de ánimo.
A veces, no quisiéramos sentirnos tan atados a realidades de la vida, porque sentimos que nos desprendemos de la felicidad. Tampoco es cierto que la felicidad es suya, y no dependemos de otro u otra para serlo. Obviamente, al ser un sentimiento humano requiere de esa sensación de compartirla. Por eso, cuando perdemos a un ser querido o a una pareja, obviamente no estamos felices. Allí se forma un vacío del amor que no puede hacernos felices aunque usted decrete y diga que es feliz. Por el contrario, requiere de un tiempo para poder asimilar cualquiera de estas circunstancias de la vida que nos aqueja. Así que mi querido lector, olvídese de eso de que la felicidad no depende de otro sino de usted, eso es lo que nos han venido diciendo los psicólogos y estudiosos de la materia, pero la realidad es otra. Igualmente, no se es feliz cuando existen acontecimientos colaterales, la salud, una situación judicial que implique limite a la libertad, un cargo de conciencia por haber obrado mal o engañar a otro, el hambre, la falta de dinero, las cargas familiares y la responsabilidad, los vicios como el alcohol, drogas o cigarrillos, la sociedad, la moral, la ética, el deber ser.
Son tantas las situaciones de nuestro día a día que nos dificultan ser felices, porque a pesar de que se insista en que es una condición sencilla, pues no lo es.
La felicidad va de la mano de los valores, en ellos cada sociedad mantiene o estima un comportamiento como usos o convenciones entre quienes convivimos en una familia, en una ciudad o un país; esa condición se une a la satisfacción que pueda obtenerse en provecho de todos, dentro de la equidad y el dar a cada quien lo suyo.
Por ende, en un país su gente en general puede ser feliz, medianamente feliz o injustamente infeliz. Siendo entonces que hasta la política representa una condición que moldea el estado de felicidad; siendo hasta uno de los postulados esgrimidos por Bolivar, y que ha degenerado en slogans del socialismo del siglo XXI, popularizado por el chavismo. Ya sabemos que allí, ese concepto de felicidad adiciona una condición necesaria, la de pertenecer a la élite de enchufados, lo demás pues nos ahogaremos en el famoso mar de la felicidad.
Esa felicidad, bajo gobernantes ineptos, corruptos, suntuosos y alejados de los infelices pobres del pueblo, tiene una frívola razón de existir; la visión única de tener el poder a cómo dé lugar. Esa élite no está dispuesta a perder su felicidad que les da el abuso y su estatus de altos cargos, fuera de ellos no son nadie y de solo pensarlo, serían infinitamente infelices.
Por ello hagamos que el país vuelva a su felicidad cotidiana, ya veremos que los infelices serán pocos. Por eso, la felicidad también es un acto de profunda reflexión y decisión. La felicidad, no es un decreto, es un estado de vida. Vivámosla.

Rafael García González

Entradas relacionadas