SIEMPRE MAESTROS

Ser sal y luz para el mundo, estos dos sencillos y a la vez inmensamente ricos vocablos pudieran resumir de manera precisa la función del maestro dentro de cualquier sociedad, de las de antes y de las de ahora; ser sal, que percibida grano a grano pareciera no tener la más mínima importancia, pero al ser dosificada en su justa medida puede convertir cualquier bocado simple e insípido en el más apetecible de los manjares y también ser luz, capaz de romper los abismos de la oscuridad con solo encender una pequeña llama y a partir de una chispa inicial con la conspiración de otros elementos convertirse en llama arrasadora que borre el más mínimo resquicio de sombras, son acciones que sin duda, sólo aquel que ha vivido esta vocación y forma de vida podrá llegar a entender.
Para aquellos que siempre han estado al margen, para los que el camino siempre es más escarpado, para los que tienen menos ventajas en un mundo cada vez más competitivo y menos cooperativo, la figura de un buen maestro puede llegar a ser la oportunidad de reescribir esa historia de desventajas en un universo de posibilidades para hacerse personas de bien y comprometidas por el bien de los demás; seguramente todos los que transitamos el maravilloso mundo de la escuela, tenemos en el relicario de nuestro corazón y en el recuerdo vivo de nuestra conciencia al docente que trastocó nuestras vidas y contribuyó a formar el carácter de lo que hoy hemos llegado a ser.
Si nos detenemos unos segundos a hacer este pequeño ejercicio, seguramente encontraremos no sólo a uno, sino a muchos maestros y maestras que trascendiendo las cuatro paredes de un aula inerte nos ayudaron a elevar nuestro pensamiento y a construir la filosofía desde la cual hemos forjado nuestras convicciones, algunos desde el ejemplo de vida, otros desde la palabra que quema como llama viva, otros tantos desde la vivencia de la experiencia y también quienes acompañan silentes y pacientes que florezca la semilla que es cada niño, niña, adolescente y joven que pasa año tras año por su práctica docente; el dogmático y el irreverente; el sabio y el investigador, el experto y el empírico, el estricto y el conciliador; cada cual dándole su diferente tinte e impronta pero orientados al mismo fin común: la formación íntegra de la generación que ha de venir a tomar el testigo.
Hoy sin duda alguna es una fecha para resaltar la invaluable y noble labor de los maestros, maestras y profesores, quienes aún en estas épocas tan aciagas y con más de una razón para tirar la toalla, se han mantenido firmes en su propósito de seguir apostando a quienes vienen detrás y a su capacidad de hacerlo mucho mejor en el futuro porvenir; que bonito sería celebrar y no solo resaltar este memorable día, sin embargo iría contra el más básico de los principios del ejercicio docente, hacernos de la vista gorda ante los graves problemas que este maltratado gremio ha recibido en los últimos años.
Sería hasta necio detallar la grave crisis que vive el sector educativo y las carencias que padecen nuestros gallardos docentes por las prácticamente nulas políticas que en materia educativa se han implementado en este país en las dos décadas pasadas; es para quitarse el sombrero ante el personal que contra viento y marea ha sorteado haciendo de tripas corazones la gravísima precariedad y el trato irrespetuoso para con los constructores de las bases de la sociedad que nos espera; somos muchos los que por diversos motivos asociados a este maltrato sistemático hemos tenido que migrar hacia otros campos laborales, otros tantos se han ido a buscar nuevas oportunidades fuera de nuestras fronteras y lamentablemente muchos se quedaron a la orilla del camino, abandonados a su suerte y mendigando lo que por justicia social y moral el Estado está obligado a compensarles por tanta vida y tanto amor compartido hacia los demás.
Las movilizaciones de días recientes son reflejo del descontento generalizado y de la fuerza que puede llegar a tener este maravilloso gremio cuando se une en pro de una mejora por y para todos los involucrados en el proceso educativo; apoyar hoy a nuestros maestros, es apoyar el libre pensamiento, la rebeldía ante las injusticias, la valoración del ser humano por encima de cualquier sistema o ideología, el sentido de la colectividad en detrimento del individualismo y sobre todo el espíritu indomable de los hombres y mujeres de bien que jamás declinaran su vocación de ser sal y luz para este mundo; “Gracias por tanto queridos Maestros”.

RICHARD RICO
tsurichardrico@hotmail.com

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