La historia de las ciudades la hacen los pueblos y la escriben los cronistas, para quienes los días se convierten en páginas trenzadas por los hilos y la memoria. Es cuando cobra razón el sentido de la Patria y toda palabra se transforma en destino y mensaje.
Me he propuesto hacer una columna en sintonía con los cientos de lectores que me han pedido escriba algunas palabras, luego de que me atreviera a hacer una carta pública con respecto al ecocidio de la Quebrada de Araure. Afortunadamente cada vez es mayor la conciencia en torno a la preservación de la naturaleza y de la vida en el planeta, conciencia que alimentan los cronistas, los ecologistas y los defensores ambientales que se mantienen atentos, protegiendo a la ciudades de los abusos que se cometen o de la intención de cometerlos.
Así nace DESDE ARAURE, un valioso espacio para ejercer el derecho a la opinión y para alertar sobre actos y ciertas intenciones, ya sean del Gobierno o de particulares, que muchas veces destruyen recuerdos históricos y atentan contra la esencia de un territorio, para beneficio propio o en procura de un progreso no planificado y mal asesorado.
Echar a andar esta iniciativa me ha dado la oportunidad de dialogar con una hermosa y bella mujer que nació a orillas de la Quebrada de Araure y se convirtió en toda una señora colonial, con casonas, edificios, empresas, casas particulares y rincones realmente impresionantes.
Me comenta esa BELLA SEÑORA que siempre ha recibido con generosidad a quienes no han nacido en su territorio, «unos han maltratado mi vegetación causándome ecocidios, otros han sido bondadosos, como mi apreciado yugoslavo Mitar Nakichenovich, quien plantó 600 hectáreas de árboles que producen el oxígeno para mis hijos ARAUREÑOS y para mis sobrinos de Acarigua, consolidando un gran pulmón vegetal que se llama Parque Mitar y preserva la cuenca hidrográfica de la Quebrada de Araure, además de ser la primera Zona Protectora decretada en el país, el 4 de febrero de 1970.
Mi vanidad se acrecienta por estar entre las únicas ciudades del mundo con cristalinas aguas que bañan la longitud de mi cuerpo, a través de mi bendecida quebrada, que hidrata a árboles y regocija a mi fauna. Me siento privilegiada por eso y también porque sobre mi piel aconteció la Batalla de Araure, por allá en 1813, cuando Simón Bolívar comandó a mis heroicos hijos para contribuir a dar libertad a mi querida Venezuela.
Y después de librar aquella batalla cuerpo a cuerpo, el Libertador entró a mi templo sagrado e histórico, la Iglesia Nuestra Señora del Pilar, se persignó y tomó agua de una pila bautismal que ya no existe. Bolívar estuvo en esa misma iglesia que recibió al Monseñor Luis Gasparini, fundador de la Escuela Parroquial Nuestra Señora del Pilar, la misma iglesia en la que cada 12 de octubre se celebra a la Madre de Dios bajo la advocación de la Virgen del Pilar y donde también se recuerda la llegada de muchos inmigrantes que se convirtieron en mis hijos adoptivos: italianos, portugueses, españoles, chinos, árabes, colombianos y americanos en general, que a lo largo del tiempo fundaron sus clubes en mi seno. Nativos y foráneos han sido todos mis hijos, algunos como Concepción «Concho» Quijada, Argenis Vivas, Juan Francisco Oliva, René Sosa, Juan Pedro del Moral, Ruvico Ramírez y Juan José «J.J.» Briceño fueron figuras claves en mi desarrollo: establecieron agroindustrias y otras empresas emblemáticas y dejaron una generación de relevo para seguir impulsando el crecimiento económico de la región.
También en mi seno se han dado pasos agigantados en educación, con la creación de universidades, escuelas y liceos, mientras que en el deporte he sido cuna del fútbol profesional, con nuestro Portuguesa Fútbol Club, y di cobijo al béisbol profesional en el estadio Julio Hernández Molina, que fue casa de Llaneros de Portuguesa, más conocido como Tibuleones, de Guerreros de Portuguesa y de Pastora de Los Llanos.
Hoy día las autoridades me iluminan, me mantienen limpia y hasta bonita me veo… pero me siento herida porque me están dejando un corazón de concreto que seca y golpea mi alma y desnaturaliza mi cuerpo».
Así cierro el diálogo con la BELLA SEÑORA ARAUREÑA, a quien le doy las gracias por permitir con sus palabras que uno se encuentre con la realidad circundante, buscando la imagen de la ciudad por todos los caminos que tiene a su alcance y hallándola sometida, soterrada pero viva en el fondo de las cosas, la gente y sus costumbres.
Es inobjetable que la vida diaria la construyen las madres de familia, los padres de familia, los hijos, los trabajadores, los intelectuales, los profesores, los estudiantes, los productores, los gobernantes y todo el que habita en la sociedad, indistintamente del rol que desempeñe, haciendo posible que cada una de nuestras ciudades, cada comunidad y nosotros como venezolanos seamos lo que somos.
Y es entonces, en esa obligante búsqueda de nuestra conciencia colectiva cuando se dan la mano el hombre con el deber cívico y la ciudad con su historia guardada. Es imperativo reconciliarnos con lo que somos, reconocernos en nuestras raíces y recobrar ese sentimiento patrio para valorar lo que tenemos. Es la hora ineludible de comenzar a descifrar signos, porque como toda ciudad, ARAURE reclama sus interpretaciones y pide que sus intérpretes obren en beneficio de las próximas generaciones.

                                                             "Si quieres cambiar el mundo,  toma tu pluma y escribe".
                                                                                                                                             Martín Lutero.

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