París.- Inspirado en ataque y, en general, serio en defensa, el Paris Saint-Germain dominó al Lyon (2-1) para ganar la Copa de Francia y cerrar con buena nota su temporada, el sábado 25 de mayo en el Stade Pierre-Mauroy, en el norte del país.
Los momentos previos del partido estuvieron marcados por una pelea entre aficionados de los dos clubes en un peaje de la autopista, tres horas antes del inicio de este partido: un autobús fue quemado y veinte hinchas y ocho policías resultaron heridos durante estos enfrentamientos.
En Villeneuve-d’Ascq, en las afueras de Lille, el partido se disputó en un ambiente álgido, pero no se produjo ningún incidente.
Sobre el terreno de juego, el club capitalino logró levantar este trofeo por decimoquinta vez – un récord ampliado -, renovando lo que se había convertido en una tradición desde el inicio de la era QSI en 2011, salpicada de seis victorias.
Esta fue la cereza en el pastel en la despedida de Kylian Mbappé como jugador del PSG.
El equipo así logró una nueva Copa de Francia tras vencer al Lyon (1-2).
El partido se jugó al ritmo desenfrenado que gusta a Luis Enrique y acabó por sacar de vueltas al Lyon, que aguantó mientras las paradas del portero brasileño Perri mantuvieron el fuerte, pero que cedió en dos errores defensivos que favorecieron a Dembelé en el 22 y a Fabián Ruiz en el 34.
Los lioneses hicieron un amago de remontada al inicio de la segunda mitad, con un tanto en jugada a balón parado, obra del irlandés Jake O’Brian en el minuto 55, pero no consiguieron poner contra las cuerdas a los parisinos.
Sin brillar, sin necesidad de acudir a las genialidades de sus estrellas, sumaron un nuevo título frente a un rival que ya se conformaba con estar en la final, ya que en diciembre pasado cerraba la tabla de la liga francesa y por obra y gracia del entrenador Pierre Sage y de los 56 millones invertidos por el propietario estadounidense John Taxtor remontaron hasta la sexta plaza.
Pero su renacimiento le dejó todavía muy lejos de un PSG que cerró la temporada con lo mínimo, los tres títulos nacionales -Liga, Copa y Supercopa- que a duras penas palían la decepción europea, pero sirven de cimientos en la primera temporada de Luis Enrique.
AFP/ EFE/