En días pasados formé parte de una conversación con unos amigos y conocidos; avanzada la plática, uno de ellos expuso parte de sus planes venideros. Entre sus planes, habló sobre poner en marcha una venta de víveres y verdulería, que según sus cálculos, eso le iba a reportar buenas ganancias diarias, aun cuando parte del dinero a invertir era prestado con pago de intereses y sobre un bien puesto en garantía.
Uno de los amigos presentes, con inquietud intentó preguntarle sobre la inversión y su estrategia para cumplir con esa “obligación financiera”, considerando los oscilantes tiempos de nuestra economía; pero el aludido emprendedor no dejó terminar que hablara y con petulancia dijo: “yo voy es pa’lante y ni que llueva hacia arriba me detengo, y no estoy interesado en consejos”.
Hoy en nuestras Reflexiones en Familia, compartiremos una poderosa porción de la Palabra, que en Santiago capítulo 4, versículos 13 al 17 de la Traducción en Lenguaje Actual, dice: «Escúchenme, ustedes, los que dicen: «Hoy o mañana iremos a la ciudad; allí nos quedaremos todo un año, y haremos buenos negocios y ganaremos mucho dinero» ¿Cómo pueden hablar así, cuando ni siquiera saben lo que les va a suceder mañana? Su vida es como la niebla: aparece por un poco de tiempo, y luego desaparece. Más bien deberían decir: «Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» Sin embargo, a ustedes les gusta hablar con orgullo, como si fueran dueños del futuro, y eso es muy malo. Si ustedes saben hacer lo bueno y no lo hacen, ya están pecando».
Queridos amigos y hermanos, este fragmento de la epístola de Santiago, advierte sobre planear lo que consideramos «nuestro éxito» sin reconocer que dependemos de Dios. Seguramente, en alguna oportunidad hemos hecho planes que van desde lo que almorzaremos hoy, pasando por lo que haremos mañana, lo que vamos a hacer en un mes o en un año, y no está mal planificar lo que queremos hacer; pero es necesario hacerlo invitando a Dios a formar parte de nuestros planes, ya que no somos dueños del tiempo pasado, el actual ni el venidero, mucho menos dueños de nuestra vida.
¡No debemos hacer planes sin contar con Dios!
Amados, debemos rectificar si en algún momento nuestra conducta ha estado equivocada. Hemos estado haciendo planes apoyados en la intuición y no hemos tomado en cuenta a Dios. Es necesario corregir toda conducta inmodesta que pudiéramos tener, y asumir que sí podemos hacer planes, negocios y/o generar provisiones; pero esto debe hacerse en consulta con el Señor al principio de la planificación, y no cuando estemos en apuros.
En muchas oportunidades nos dejamos «marear» por lo que vemos, por lo que oímos, por lo que otros hacen o lo que tienen, y en el afán de igualarnos a los demás, dejamos al Señor de lado y sin escuchar lo que Él quiere decirnos. ¿Acaso nos creemos autosuficientes? ¿Cómo lograríamos asegurar el éxito de nuestros planes?
«Deja en manos de Dios todo lo que haces, y tus proyectos se harán realidad». Proverbios 16:3 (TLA)
Debemos entender que los planes de Dios son mejores que los nuestros y que como seres emocionales que somos, generalmente queremos hacer nuestra voluntad; por lo tanto, la conexión diaria con el Señor va a permitir la transformación necesaria en nuestro corazón, para entender, cuando consideremos que algo está demorado o incumplido, o cuando «nuestros sueños» sean cambiados por «los planes de Dios».
Nuestros sueños o pretensiones no son necesariamente malos para que el Señor los cambie; pero como no podemos ver las cosas desde su perspectiva, pues no sabemos lo que Él está tratando de lograr en nosotros o que bienaventuranzas está vertiendo en nosotros.
Finalmente mi querido hermano, podemos estar seguros que nada de lo que Dios tiene para cada uno de nosotros nos hará daño, aun y cuando nuestros planes y los planes de Él no coincidan. Y tú, mi querido amigo, si todavía no has confiado en Jesucristo, cruza la línea y toma la mejor decisión de tu vida. ¿Qué esperas?
«Muchos planes hay en el corazón del hombre, pero solo el propósito del Señor se cumplirá». Proverbios 19:21 (R-V 2015)
¡Bendiciones infinitas para todos!