***“Es pues la FE, la certeza de lo que se espera; la verdad de lo que no se ve” Biblia, HEBREOS 11…
A partir de esta premisa, el dogma surge como sistema de creencia que ha enfrentado al mundo de lo religioso frente al científico.
Ambos han obrado en sus razones para hacer ver lo que no puede ser visible al simple ojo humano.
En lo científico, el método de la investigación y resultado, ha aportado respuestas satisfactorias en sus probabilidades, aunque una gran parte aún permanece en la observación del desconocimiento y su verdad.
La fe bíblica, por el contrario va al sustrato de lo esencial en la creencia subyacente de que esa verdad es el resultado de quien deviene como hombre.
Generalmente, la fe viene envuelta en la orden de ser la palabra de Dios, generada a través de las antiguas escrituras.
Religiones como la judía, musulmana y posteriormente la cristiana católica, han sembrado sus creencias en un único Dios, creador de todo, dejando constancia de las verdades entendidas en las parábolas de interpretación fidedigna y que se han mantenido por más de cinco mil años.
Así mismo, esa fe es estrictamente humana; no la vemos en los seres que no han sido dotados de raciocinio como los animales o plantas. Es una genuina creación del pensamiento considerada en la existencia del alma que separa al cuerpo. De allí, que a la fe se llega solo en oración; en una suerte de encuentro verdadero de nosotros y nuestro yo intrínseco, donde algunos la llaman conciencia.
En este contexto, y en estos días de reflexión cristiana en gran parte del mundo, donde Cristo dividió a la historia en un antes y un después (fundamento éste reconocido por el resto de religiones), se hace necesario una vista a la fe de la realidad.
Cabe preguntarnos: Puede haber Fe en un Mundo polarizado por la ideología política? Acaso, que fe puede existir en los sistemas donde se niega la existencia de Dios? Cual es la viabilidad de la fe, ante jerarcas políticos mundiales que hacen del caudillismo su esencia?
Quizás no habrán respuestas de ese concepto que describimos hoy. Tampoco puede entenderse que se encuentre en decadencia, aunque el mismo Papa llame a una especie de nueva fe cristiana que revoque en parte los dogmas de la iglesia frente al aborto y a las preferencias de género y el matrimonio.
La fe, vista desde el omnimodo punto ortodoxo, se ha quebrado en su esencia. La duda del ser y su existencia, van más allá de lo que Ortaga y Gasset habló de que cada uno somos con nuestras circunstancias.
No puede verse a un mundo lineal en la fe del hombre; hay realidades de su entorno que cambian esa existencia. A la sazón, no es lo mismo vivir en Gaza o en Ucrania que estar en España o Suiza.
En nuestro lado latinoamericano, también la fe se ve atacada por los polos extremistas de izquierda en cabeza de Diaz Canel y Ortega y los extremos de derecha como los libertarios de Trump, Bukele y ahora Milei. El médium de la fe vista a través del socialismo, al cual conocemos de soslayo, ante la indescifrable fórmula de saber lo que es, pues genera todo un contraste en la realidad de las necesidades de la gente.
Es entonces la fe un modificador del entorno social?, sin duda que el esquema mental del pensamiento hacia la definición de la fe, en tanto y en cuanto ella es un crédito de esperar que ocurra algo que es bueno, tiene sus variaciones; porque lo que si está evidenciado es que la fe es un concepto de lo bueno que esperamos.
Con ello, es solo cuestión de esperar y que no sea como el viaje de Moises hacia la tierra prometida que a lo poco duró 40 años. En nuestro caso, ya llevamos 65 a la espera de lo bueno para todos, sin que hasta ahora nuestra fe se haya quebrantado.
Ya la tierra prometida la tenemos, lo que necesitamos es de buenos gobernantes que guíen los destinos de la Nacion en una fe cristiana de valores éticos y morales enalteciendo a la familia, honrando a nuestros padres, sin codiciar los bienes ajenos, sin robar, una fe que aplaque la ira y el desorden ciudadano, donde no se desee las pasiones de lo mundano como algo normal o propio de la nueva cultura; una fe que despunte hacia el hombre bueno y ferviente del respeto. En fin, una fe que proyecte la convivencia en armonía y en paz. Una fe de Unión y Progreso.
Rafael García González
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