Venezuela se encuentra en una encrucijada histórica, tras más de dos décadas de mandatos autoritarios, que han erosionado nuestras instituciones democráticas. Tenemos la ardua tarea de transitar del totalitarismo a la democracia, acción que sin duda alguna va más allá de la votación del 28 de julio del presente año. Para entender mejor este proceso, es fundamental recurrir a la teoría de la transitología en Ciencias Políticas, que ofrece un marco analítico valioso para analizar y guiar la transformación política del país.
La transitología es una subdisciplina de la Ciencia Política que estudia los procesos de transición desde regímenes autoritarios hacia sistemas democráticos. Desarrollada principalmente a partir de las experiencias de Europa del Sur y América Latina en los años setenta y ochenta, esta teoría ofrece una serie de etapas y factores clave que suelen caracterizar estas transiciones.
Uno de los conceptos centrales de la transitología es el de «pacto» o «negociación» entre el antiguo régimen y las fuerzas democráticas emergentes. Este pacto, que puede adoptar diversas formas, es crucial para asegurar una transición pacífica y estable. Es importante hacer notar que, en el caso venezolano, la viabilidad de un pacto dependerá de la disposición de los actores políticos a dialogar y comprometerse, algo que, hasta ahora, ha sido esquivo y no inclusivo.
En cualquier transición democrática, el rol de las elites es fundamental, tanto los líderes del régimen como los de la oposición deben estar dispuestos a negociar y ceder en ciertos aspectos, ya que las transiciones exitosas requieren un compromiso de las elites para evitar una ruptura violenta y facilitar un cambio gradual y ordenado, hecho que se ha socavado con algunas narrativas y acciones con el tema anticorrupción.
La presión de la sociedad civil es a mi entender es otro factor crítico en este proceso. Evidentemente a lo largo de dos décadas los ciudadanos han demostrado ser una fuerza potente, como se evidenció en las masivas protestas de los últimos años. Sin embargo, para que esta movilización aporte exitosamente a una transición democrática efectiva, debe ser sostenida y capaz de generar una presión constante sobre el régimen para que acepte cambios, y esto no ha sucedido, debido a la violencia generada que ha hecho que los focos de protesta hayan tenido que ceder.
La reconstrucción de las instituciones es esencial, ya que las mismas están debilitadas o cooptadas por el gobierno. La transitología sugiere que una transición exitosa debe incluir reformas que fortalezcan el estado de derecho y aseguren la independencia de instituciones claves, como el Poder Judicial, situación que amerita refundar la Republica.
Evidentemente, la Comunidad Internacional debería jugar un papel significativo para facilitar la transición a través del apoyo técnico, financiero e incluso de seguridad. Sin embargo, este apoyo debe ser bien coordinado y respetuoso de la soberanía y necesidades reales del país.
Otro aspecto importante, y quizás el más difícil de comprender para el ciudadano común, es la diferencia entre estrategias gradualistas, que abogan por una transición lenta y negociada, y estrategias rupturistas, que buscan un cambio rápido y radical. En el contexto venezolano, dada la polarización extrema y la debilidad de las instituciones, un enfoque gradualista es más viable, porque permite la construcción de consensos y la reducción de riesgos de un conflicto violento después de los resultados electorales, independientemente del resultado.
Francamente, la transición democrática en Venezuela enfrenta numerosos desafíos debido a la polarización política latente que experimentamos, si a esto se le suma la crisis económica y la desconfianza entre los distintos actores políticos, el panorama es más complicado de lo que la gran mayoría de los sectores políticos quieren aceptar. Sin embargo, la teoría de la transitología ofrece esperanza al demostrar que, incluso en situaciones aparentemente intransitables, es posible alcanzar la democratización mediante estrategias bien planificadas y ejecutadas.
La experiencia de otros países sugiere que la paciencia y la perseverancia son claves. Las transiciones democráticas son procesos largos y complejos, pero con el compromiso de las elites, la movilización ciudadana y el apoyo internacional, Venezuela puede aspirar a dejar atrás su pasado autoritario y abrazar nuevamente un futuro democrático.
Para finalizar, debemos considerar que la transición de Venezuela del totalitarismo a la democracia es un desafío monumental, porque va más allá de un proceso de votación: la importancia del diálogo, la negociación y la reforma institucional son aspectos que también deben permear en la conciencia ciudadana. Aunque el camino es arduo, la historia de otras naciones que han logrado transitar hacia la democracia ofrece un faro de esperanza. Venezuela puede y debe superar su crisis actual y construir una sociedad libre, justa y democrática.
Politóloga Lidis Méndez
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