El amor, la fuente más grande de inspiración para representar lo hermoso de este mundo, es un sentimiento tan poderoso que puede agolpar y enardecer tantas emociones y sentimientos a la vez; en esta entrega quisiera hacer referencia a ese amor tan excepcionalmente profundo que sin importar tiempo o espacio se aferra a la más mínima esperanza de existencia y de no encontrarla posible en la realidad se ve seducida por el insondable mar de la locura donde lo real y lo imaginario carecen de cualquier razón.
Penélope, así tituló el español Joan Manuel Serrat en 1969 esta canción con la cual logró incursionar de forma brillante en toda Latinoamérica, convirtiéndose en uno de los cantantes más populares de la época y con vigencia intacta por ésta y sus demás canciones emblemáticas; con grandiosa destreza se inspiró en una de las inmortales obras de la mitología griega para darle sentido al trasfondo de tan bella melodía; En la epopeya “La Odisea” descrita por el poeta Homero, se representa a Penélope como ejemplo de la fidelidad y espera abnegada, ante la incertidumbre de la vuelta de su esposo; Serrat toma dichos elementos y los inserta en los tiempos modernos trasladando la espera del barco con su amado a la de una mujer en la estación del tren esperando el arribo del amor que un día partió con la promesa de volver, tal cual lo hizo Odiseo con su esposa, la hermosa reina de Ítaca.
En la canción se distinguen claramente las referencias sinópticas que el autor hace con los personajes de la Ilíada; en primer término, está el Caminante una alusión a Odiseo o Ulises quien duró fuera de su tierra más de 20 años debido a la guerra de Troya y luego al castigo de Poseidón por cegar a su hijo el Cíclope, condenándole a estar errante durante largos casi 10 años sin poder volver a su reino y a los brazos de Penélope, de allí la frase “…dicen en el pueblo que un caminante paró, su reloj una tarde de primavera” así como también parafrasea las palabras de Odiseo antes de partir hacia la guerra “Adiós amor mío, no me llores, volveré, antes que de los sauces caigan las hojas; piensa en mí, volveré, por ti”.
Penélope, es la gran protagonista de la canción, la muchacha “vestida de domingo” que junto a su hijo espera fielmente el regreso de su amado, enfrentando las pretensiones de casamiento de otros que aseguran que Odiseo debe estar muerto después de tantos años; para apaciguarlos Penélope promete desposar alguno de ellos al terminar de tejer una prenda, pero en astucia sin igual y con la esperanza intacta en la vuelta de su esposo, lo que teje de día lo desteje en secreto por las noches dilatando así el destino que tanto aborrecía.
Finalmente están Los Pretendientes, en el cuarto canto de la epopeya, Telémaco, hijo de Odiseo y Penélope emprende un viaje desesperado para tener noticias de su padre convocando una asamblea para que se detenga cualquier intento de unión con su madre hasta su regreso con noticias; este movimiento frenó momentáneamente las pretensiones de aquellos hombres que para nada interesaban a una Penélope fielmente ligada a la esperanza del regreso de su amado, como esboza la canción haciendo referencia a estos personajes: “Tristes a fuerza de esperar, sus ojos parecen brillar si un tren silba a lo lejos; Penélope, uno tras otro los ve pasar, mira sus caras, les oye hablar. Para ella son muñecos”; la referencia moderna de los trenes es en alusión a cada uno de los pretendientes que pasan delante de ella sin despertar ningún interés pues solo los puede ver como tristes muñecos.
De igual manera la epopeya encierra el halo de misterio sobre la belleza y lozanía de Penélope quién tras la partida de Odiseo se mantuvo joven y bella, lo cual unido al poder que implicaba desposarla explicaría el gran interés de tantos pretendientes, así aparece nuevamente en la canción al decir: “Pobre infeliz, se paró su reloj infantil, una tarde plomiza de abril, cuando se fue tu amante”. Su tiempo dejó de ser el tiempo de los demás, tras la partida de Ulises, se detuvo.
El Final diferente; En la obra literaria Odiseo logra regresar con la ayuda de su hijo y la protección de la diosa Atenea hasta Ítaca y venciendo en una justa de arco y flecha a todos los que pretendían a Penélope se impone y logra que ésta lo reconozca y así estar nuevamente juntos bajo la protección de la diosa que interviene con un acuerdo de paz cuando una nueva guerra ponía otra vez en riesgo la estadía del héroe. De esta forma las frases: “Penélope, mi amante fiel, mi paz. Deja ya de tejer sueños en tu mente” y “Mírame, soy tu amor, regresé” se corresponden con el final encuentro entre los amantes, como en la obra de Homero.
Sin embargo, el cantautor quiso darle una connotación más realista y contemporánea y es así como esta Penélope actual, sentada en aquel Andén después de tantos años de espera y ante la llegada de quien se hace llamar su amado “…le sonrió con los ojos llenitos de ayer, no era así su cara ni su piel: “Tú no eres quien yo espero” y se quedó con el bolso de piel marrón y los zapatitos de tacón, sentada en la estación”, seguramente sin poder nunca más salir de su “complejo de Penélope”. En el año 1996 el cantautor argentino Diego Torres versionó la canción con videoclip incluido y la popularizó entre las nuevas generaciones que quizás nunca se habían imaginado que detrás de tan bella canción está toda una epopeya griega escrita en el siglo VIII antes de nuestra era cristiana (a.c).
Richard Rico López
Hasta una próxima entrega…para opiniones y sugerencias: detrasdelanotaUH@gmail.com y cuenta en X (Twitter): @RichardRico2011