Mañana tendrá lugar el acto mediante el cual será electa la persona que conducirá los destinos de esta nación sudamericana para un nuevo período que comenzará a partir de enero de 2025. Es un acto atípico, pues por primera vez en la era democrática, quien resulte favorecido, tomará posesión luego de transcurridos seis meses. Competirán el actual mandatario Nicolás Maduro y el aspirante Edmundo González Urrutia, por la oposición.
Otra característica de ese acto comicial, es que Maduro no se separó del cargo, como lo dicta el ordenamiento jurídico vigente, aunque eso siempre ha sido una mera formalidad, dado que “tras bastidores” siempre estará la figura de quien aspira ser reelecto. Así sucede con otros cargos de representación popular; pero lo legal y decente es que se separen de sus funciones mientras dura la campaña electoral y llega el momento de la elección.
Lo cierto es que los ojos del mundo están sobre Venezuela, cuyos habitantes en edad de votar acudirán a los centros electorales en que los tendrán ante sí la alternativa de un cambio o la de continuar con el sistema actual. Sea cual fuere el resultado, marcará un nuevo hito en la historia política y social de este país y del resto del mundo.
Hay otros elementos que son netamente políticos, que prefiero no mencionar, ya que este es un trabajo de divulgación periodística, sin sesgos partidistas, aunque quienes me conocen suficientemente, saben cuál es mi posición en ese sentido. Entonces, les hablaré de lo gramatical y lingüístico que gira en torno de (no en torno a) del hecho de escoger a un mandatario mediante el voto universal y secreto.
Hace varias semanas mi amigo el profesor José Vásquez Manzano, con quien suelo intercambiar inquietudes relacionadas con el lenguaje escrito y oral, me expresó su parecer acerca de lo apropiado o inapropiado de hablar de elecciones cuando se trate de un solo cargo por escoger, como ocurrirá mañana. Le prometí que indagaría para luego darle una respuesta que disipara su duda. No lo hice; pero intuyo que el carácter plural está en el hecho de que son varias las personas que acuden a votar. De cualquier modo, el tema es materia para un debate que a la postre podría ser de beneficio colectivo, sobre todo para las personas que escriben y opinan con regularidad en los medios de comunicación social.
Antes, durante y después de cualquier proceso eleccionario, se mantienen a flote palabras y expresiones que por lo general son utilizadas de forma incorrecta. Lo lamentable es que quienes las usan, son personas a las que de buenas a primeras sería impensable tacharles una impropiedad de esa naturaleza. De eso he hablado muchas veces, y hoy vuelvo a hacerlo, a manera de repaso y con el deseo de que las dudas puedan ser disipadas.
Se habla de comicios electorales, de sufragar el voto; existe vacilación en cuanto al uso de la palabra adecuada para definir el hecho de volver a contar los votos cuando haya una situación que lo exija, sobre todo en casos de diferencia entre el resultado arrojado por la máquina electoral y las papeletas depositadas en las cajas. Se habla indistintamente de reconteo y recuento.
Muchas personas, entre esas, comunicadores sociales y educadores mayoritariamente, ignoran que todo comicio es electoral, por lo que, al decir “comicios electorales”, incurren en redundancia. Sufragar es sinónimo de votar. Se sufraga o se vota; pero no “sufragar el voto”. Sufragar es sinónimo de cancelar, costear, saldar, etc.; pero ese es otro contexto.
En relación con reconteo y recuento, el caso es de sentido común, pues si contar es una acción primaria, recontar es el acto de volver a contar, que daría paso al verbo recontar, del que deriva el sustantivo reconteo. No obstante lo cual, la Real Academia Española sugiere que se emplee recuento para el caso de volver a contar. Muchos dirán que así lo establece la RAE, así deberá ser. ¡No necesariamente!
Yo les digo que no todo lo que la docta institución dicta, deberá ser tomado como un mandato insoslayable, pues varias definiciones que aparecen el DLE (Diccionario de la Lengua Española) no concuerdan con el hecho en sí. El ejemplo más significativo es descuento, vocablo utilizado para indicar el tiempo extra que en el que se juega un partido fútbol, luego de transcurrido el reglamentario. En el fútbol no se descuenta tiempo; se añade. ¡Así de sencillo!
David Figueroa Díaz