David Figueroa Díaz.-
Quienes me conocen suficientemente y han leído mis publicaciones, tanto de gramática y lingüística como de periodismo institucional, podrán dar fe de que acostumbro llamar las cosas por su nombre; y a algunos (los que no me conocen) les ha perecido una muestra de arrogancia, de prepotencia o cualquier actitud impregnada de altivez. No niego que en muchas ocasiones he incurrido en ellas; pero no es la generalidad.
En cambio, los que sí saben quién soy y cómo soy, lo ponderan como una forma de desempeñar mi oficio de periodista, que entre otras cosas, tiene la obligación moral y aun legal de educar, entretener e informar.
Es por eso que en mis notas de las instituciones a las que les he prestado mis servicios, aparecen palabras que quizás no son habituales en el vocabulario del común de la gente; pero las uso ex profeso, para recalcar el uso correcto; pero a algunos les parece un lenguaje rebuscado, lo cual no es cierto, pues solo es una forma de llamar las cosas por su nombre, como lo aprendí cuando estaba bajo el cuidado de mis padres, además de que es una imposición de mi condición de comunicador social.
El periodista es un educador a distancia, que se vale del inmenso poder inductivo que ejercen los medios de comunicación, lo que implica que todo lo que en ellos se diga o escriba, mal o bien, se arraigará en el habla cotidiana. Es importante saber utilizar ese poder, pues muy bien podría ser igualmente provechoso que dañino.
Otra cosa de lo que pueden hablar con propiedad aquellos que forman parte de mi entorno amistoso y de trabajo, es que poco me gusta usar extranjerismos, que en muchas ocasiones son necesarios; pero por lo general se abusa de ellos. No soy enemigo de las palabras y expresiones que provienen de otras lenguas; pero prefiero las del español, que es mi lengua materna y que manejo con relativa facilidad. Solo por una gran necesidad expresiva las usaría.
Ahora bien, una cosa son las palabras que se han españolizado; y otra, la sustitución de las legítimas, por algunas que supuestamente suenan más bonito y “dan caché”. En eso incurren muchas personas que, aun cuando su expresión escrita y oral es pobrísima, prefieren realizar un curso de inglés, que no estaría mal; pero si por lo menos se preocuparan por obtener conocimientos de la estructura gramatical, por muy básica que fuese esa noción, les sería más fácil aprender otro idioma. Las partes de la oración son las mismas en cualquier lugar del mundo, con algunas variantes, claro está; pero “el”, “yo”, “tú”, “nosotros”, “ustedes y “ellos”, serán los mismos en cualquier idioma; la diferencia estaría en la escritura y en la pronunciación.
Hay situaciones en las que por diversas razones es necesario apelar a un vocablo extranjero; pero si ese no es el caso, es una frivolidad, una insensatez y hasta una gran ridiculez. ¿Qué sentido tiene decir weekend, carwash, opening, feeeback, selfie, password, coffee break y online, en lugar de fin de semana, lavado de vehículos, apertura, retroalimentación, autofoto, contraseña, pausa para el café y en línea, que es como corresponde en español.
Se justificaría si la persona que las usa, tiene la intención de familiarizarse con la pronunciación y escritura; pero en caso contrario, entonces sería lo que mencioné en los renglones anteriores: una frivolidad, una insensatez y hasta una gran ridiculez.
He tenido discusiones con muchas personas a las que les gusta hablar de lo que no saben, y por eso nunca tienen éxitos en sus propósitos. Ocurre que también soy electricista, y en la escuela en la que cursé estudios secundarios me enseñaron que watt es la unidad de medida de la potencia eléctrica en el Sistema Internacional de Unidades; pero tiene su forma españolizada que es el vatio.
En muchos casos me ha tocado decirles brevemente, que watt es en inglés; pero yo hablo español y no me avergüenzo de eso, y por eso utilizo vatios, que es perfectamente válida en el idioma de Cervantes. Se ha vuelto un vicio que es favorecido por el hecho de que las cajas de bombillos y algunos equipos cuya eficiencia sea verificada en vatios, y aunque sean fabricados en países de habla hispana, irremediablemente aparece watt en lugar de vatios. De modo pues que, en el caso de los extranjerismos, vale decir que “es bueno el cilantro; pero no tanto”.